Para los padres de estos nuevos niños

(Inspirada en viejos apuntes del libro “Los hijos y los límites” de Jaime Barylko): Deberán animarse a “ser ustedes mismos”, a poner restricciones internas a los límites y mandatos sociales o externos, cuando así lo crean necesario. Los niños (cuando están creciendo) al ver que sus padres tienen sus propias normas internas, revisarán, discriminarán y podrán elegir entre normas sociales o paternas y hasta crear las propias.

Quien hace lo que la sociedad, o la moda dicta, no es ni rebelde ni libre, porque no elige. Todos tememos equivocarnos, pero, !no actuar es equivocación segura! El amor interviene y procura modificar rumbos que considera erróneos. Ni la disciplina autoritaria, ni la indulgencia permisiva, son de por sí “lo bueno”. Cada hijo debe ser contemplado en función de sus propias tendencias. Los padres han de poder decir ¡NO! cuando lo consideran necesario. No poder expresarse libremente ante los hijos, es tenerles miedo, engañarles y mentirles. No es darles libertad, ni respeto. Con los hijos, los padres han de jugarse, han de intervenir y con firmeza, poniendo límites, pues esa es su responsabilidad. Además han de ser el ejemplo en todo. La mente vagabunda, con tiempo libre, es tan importante como la mente programadora. La vagancia extrema y la productividad extrema requieren de límites.

 Los jóvenes necesitan primero, dependencia y después independencia. Mientras hacia  afuera se muestra bullicioso y agresivo, por dentro hay un joven reflexivo, buscador, soñador, anhelante de originalidad y dignidad. No caigamos en ningún extremo: ni la rigidez excesiva, ni la permisividad dulzona. Aún desde bebé, ni el amamantamiento por libre demanda, ni el estricto horario estipulado, sino buscando descubrir el ritmo biológico de esta maravilla increíble que es un niño.

Por miedo a perder el cariño de nuestros hijos, reprimimos el “no” y decimos solo “sí”. El “sí” estimula a la acción, el “no” al crecimiento. Lo inmediato te hace vibrar y lo mediato te hace soñar. Éstas son dos líneas de valores, dos planos diferentes. Hoy vivimos para valores de satisfacción inmediata, tras el lema: “Disfruta el día”. Solo puede disfrutarse el día si está inserto en una cadena de días que conduce a alguna meta. El presente que deja huellas es un presente vivido con plenitud, que tiende hacia un tiempo más allá de este presente. Tenemos que preparar a nuestros hijos para poder pasar sobre las dificultades cotidianas, eso es “realidad inmediata”. También tenemos que educarlos para “lo trascendente”: poder creer, soñar, confiar, tener esperanzas… porque “ser humano” es bregar juntos para que la humanidad, como ser mayor del que todos formamos parte, evolucione hacia más paz, justicia, y amor.

Para tener hijos equilibrados entre corazón y razón, primero hemos de formar en nosotros, los padres, el carácter, los propios límites, el respeto, la responsabilidad, la solidaridad, y así luego, podremos ir por más conocimiento. Para saber qué es compatible con qué, y decidir qué hacer, necesitamos contar con límites, roles, pautas, valores y un proyecto de vida, un camino que se una al camino de otros, y hablar de eso a nuestros hijos.

La hermosa tela del alma, de los ideales, fraternidad y ecología universal ya la tenemos, nos falta construir el marco que la sostenga, el marco del deber, del compromiso y la acción. El hombre no es ni bueno ni malo, es todo lo que puede ser y hacer acorde a la educación, medio ambiente, y posibilidades de ejercer amor. Sin amor la existencia no tiene sentido.

Para reflexionar:

  • Conceder y complacer es fácil, no es trabajo. Ayudar a encausar todo ese torrente interno de los jóvenes puede costarnos muchas noches de sueño.
  • Lo inmediato te hace vibrar y lo mediato te hace soñar.
  • Eduquemos a nuestros hijos para que puedan conocer la felicidad, que no es “tener”, sino “ser”. El ser no busca cosas valiosas sino valores, que se ganan sin haber competido, sino con solidaridad, abrazando a alguien.
  • La educación en valores humanos emerge, no de las palabras sino de las conductas, de ser modelos para otros.
  • Amar es apoyar y ayudar al crecimiento ajeno.