Es posible eliminarlos sabiendo que no será fácil, que tendremos que recorrer todo un proceso:

Reconocer que ese hábito, creencia, o vicio nos está llevando a malestares cada vez mayores, es sin duda ninguna, el primer paso necesario. Querer cambiarlo, liberarme de él, será lo más importante en el trabajo interno de erradicarlo.

Necesito tener un fin altruista, hacerlo como servicio, no sólo para mí, sino para “muchos”: familia, hijos y descendencia, los vecinos, los estudiantes… en fin, !para limpiar el ambiente!

Eso implicaría que mi vida tiene un sentido, (ese, el que yo le encuentro), y que es la fuerza que me moverá a ir siempre hacia adelante, sin claudicar por los tropiezos, volviendo a empezar tantas veces como me sea necesario…

Si me había propuesto eliminar la queja, por ejemplo, y veo que aparecen camufladas, disimuladas en el silencio, pero están, o en el gesto, o en ese resoplido de hartazgo, puedo proponerme plazos más pequeños que iré aumentando en la medida que vayan siendo cumplidos, y siempre manteniendo máxima atención…

Y también puedo felicitarme  por los logros, con lo que levantaré mi autoestima, y al sentirme capaz para lo que pido de mí misma, sabré que la “Vida», que las circunstancias, me están ayudando. Así como me ayudan a mí, nos está ayudando a todo para que seamos mejores personas. Eso necesito poder verlo con total certeza.

Y cuando ya tengo la certeza de que todo lo que nos llega en nuestra vida es la ayuda que se nos envía para el crecimiento humano, ¿De qué podría quejarme?

Entonces agradezco todo, hasta las dificultades que me aparecen, y allí veo que el agradecimiento es justo el hábito positivo, contrario al de la queja, que así queda instalado, y que reemplaza y me libera de quejarme, que es por donde empecé.