¡Esa es la gran pregunta! Hoy temprano a la mañana, después de haberme esforzado bastante en el gimnasio para responder a las consignas personalizadas recibidas, llegué cansada pero satisfecha a casa, y como otras veces, deseosa de tomar mi desayuno, que el cuerpo pedía a gritos. Le agregué la fruta, lo entibié apenas, y me crucé a lo de mi vecina y gran amiga, pues quería escuchar sus cuentos mientras sentada, mi cuerpo se alimentaba, y a la vez descansaba del esfuerzo realizado… Por suerte estaba en su casa tomando mate y trabajando con papeles… Me alegré mucho por el encuentro, y por lo que allí viví tomé la determinación de escribir esto en el blog.

La energía favorable que se iba gestando en esa charla íntima, donde ambas estábamos centradas en lo que sentíamos, y hasta diría, emocionalmente afectadas… me hizo sentir que quizás, ella podría ser la intermediaria, y que éste podría ser el momento, de que un amigo en común, muy querido por ambas, aceptara tener un encuentro conmigo y así dejara cerrado algo que quedó desde hacía varios años sin cerrar. Hasta diría que escuche la voz diciéndome: “Este puede ser el momento, pedí ayuda…” Supe que desde lo profundo yo deseaba ese encuentro, pero no me animaba a volver a intentarlo, lo posponía, tenía miedo de vivir el rechazo, ya vivido varias veces…

Compartí todo esto con ella, y me escuché diciéndole: “Sé que podemos conversar aceptándonos mutuamente, sabiendo que cada uno tiene el derecho de decidir cómo y junto a quiénes quiere vivir, y que podremos cuidar nuestras palabras de tal manera que no entren juicios u opiniones sobre el otro, sino una escucha amorosa, pues si de algo estoy segura es de que el amor y cariño que antes existía, no ha muerto, no puede morir, sólo se ha bloqueado su expresión, debido a malos entendidos”. Ella prometió intervenir mínimamente, con algo tan simple, como esto: “A ambos les conviene aclarar y dejar cerrado ese pasado”.

Al volver a casa, me noté muy movilizada, y pude comprobar cómo todo lo que toca mi emoción, afectaba enormemente al temblor de mi mano derecha. Y allí escuché de nuevo la voz: “Ordena la cocina, el cuerpo te ayudará”, y ya estaba trabajando, haciendo cosas con ambas manos, viendo con alegría cómo juntas dejaban de temblar, concentrada en limpiar el bajo mesada, que en general ni lo miraba, y así pasé un largo y entretenido rato, supongo algo así como dos horas, mientras preparaba mi almuerzo, y seguía limpiando…

Cuando tuve mi bandeja preparada, me abrigué y decidí ir a comer al muelle, donde daba el sol… Me sentía una “afortunada que podía alimentar a su alma” por disponer de tanto aire limpio y naturaleza a mi alrededor. El alma nos habla, nos va guiando todo el tiempo, sólo tenemos que mantenernos en silencio, centrados en el momento presente, para poder escucharla y reconocerla. Y diría más, que como tiene todo el conocimiento, hasta sabe lo que irá ocurriendo, no sólo lo que te convendría hacer… El alma se vale de la voz del cuerpo muchas veces, y otras de la intuición, para hacerte llegar sus mensajes a los que muchas veces llamamos «corazonadas».