«…El agua es la fase del comienzo de la vida y del retorno hacia el interior, hacia el origen,  es la “madre del mundo” que encierra en su seno los fermentos de todas las transformaciones futuras…».  (Sionnneau) Estuve tratando de comprender las bases de la Medicina China y me tocó esta frase con la que comienzo esta manera de compartir con otros mi intención de transformación.

Reflexionando sobre lo que escucho o lo que leo me aparece la pregunta ¿qué clase de equilibrio estoy buscando? El equilibrio corporal, entre la postura sedentaria del trabajo en la computadora, y el movimiento del cuerpo, lo estoy practicando en estos días invernales, en que paso mucho tiempo en esto. A veces me cuesta suspender lo que hago, pero está siendo posible porque el mismo cuerpo, con sus tensiones me lo recuerda. y muchas veces me voy a la cocina  donde paso a una energía diferente, de más movimiento y mucha creatividad.

Pero ahora mi intención está puesta en un equilibrio más emocional ese que se genera, cuando uno es coherente entre su pensar, su sentir y su actuar, y también cuando no pierde su centro frente a la adversidad, y no se maneja por impulsos. Puede que tenga una actitud crítica frente a determinadas circunstancias, pero no juzga, ni se juzga y frente a sensaciones de inseguridad, dudas o temor, pueda verlas sin evasión o negación, manteniéndose atenta, puede reflexionar sobre la acción más correcta, y el momento más oportuno.

El equilibrio emocional, es también, poder desarrollar la capacidad de comprensión, sentir que uno puede manejar su propia vida y no que la vida lo maneja a uno. Que puede poner límites a diferentes situaciones y concretar aquello que anhela o necesita. Últimamente estoy notando que los días que tengo más actividad, que tengo oportunidad de compartir pensamientos o sentires, con otros, al hablar pierdo mi centro, pongo demasiado entusiasmo, y a la noche, no me puedo dormir, tengo que recurrir a mi práctica respiratoria para equilibrar mis energías, y comprendo que estoy pasando de un extremo a otro, de una energía contractiva de mucha  tensión, muy “Yang”, a una expansiva, pasiva, muy “Yin”. Sé que estas dos energías opuestas son leyes universales a las que todo lo que existe responde. La salud es mantener un equilibrio entre ellas, mantener el centro, no estar pasando de un extremo al otro.

Entonces me propongo poner mucha atención y ocuparme próxima vez de mantener mi centro. Hoy, cuando esté hablando con mi amiga, dentro de una hora. Pero llegado el momento me olvido totalmente de mi propósito sanador. Mientras escucho, al otro y a mí misma, estoy con centro, puedo atender y comprender lo que nos está pasando, vivo intensamente ese momento presente. Pero no bien encuentro la oportunidad de comenzar a hablar, allí no más ya me perdí a mi misma, perdí mi centro y entro en una febrilidad que me hace olvidar totalmente mi propósito.

Si regularmente medito y hago mi práctica diaria, y estoy en el Conocimiento, entiendo que “des-apasionamiento” es: “pase lo que pase no perder el centro”. Todos sonreímos cuando está todo bien. El verdadero logro es poder sonreír también cuando las cosas salen mal. Cuando todo se desmorona pero aun así mantengo mi centro, entonces, “soy responsable” de mantenerme firme en mi propuesta y estoy bien empapada de conocimiento.

Mañana a la tarde, viene un amigo que hace tiempo no veo, y pongo de nuevo mi intención en marcha. Pido ayuda al universo,  tengo plena confianza que esta vez lo conseguiré, que seré capaz de mantener mi centro, y que  siento desde ya la alegría y el agradecimiento porque esta vez es la primera vez que lo consigo, que se me da… Decido valerme de una estrategia, que puede hacer que mi ego, tan interesado siempre por la opinión externa, esta vez me ayude para no quedar mal: “No bien intercambiemos los abrazos afectivos del saludo, pedirle a mi amigo que también me ayude, haciéndome una señal acordada, cada vez que note que mi apasionamiento va en aumento… Mañana puedo seguir compartiendo lo que pasó, con todos Uds. así, por este medio.

Y lo que pasó es que mi atención, mi centro, si bien no pudo mantenerse todo el tiempo, estuvo fluctuante, aparecía, desaparecía y volvía. Pudimos compartir-nos, disfrutamos mucho del encuentro y lo que ambos reconocimos es que el solo hecho de haber puesto en palabras lo que era mi intención dentro del campo de  ampliación de la conciencia, nos mantuvo a ambos mucho más presentes, más atentos a uno mismo y al otro, y disfrutamos mucho más de ese encuentro.