Quien se hace cargo de su casa, de su salud, de su comida, y de su crecimiento como persona tiene que, ante todo, llegar a ser un “buen amo de casa” para recién empezar a considerar el desafío de ampliar su conciencia.

Estoy en mi casa atareada, como me pasa siempre. No me alcanza el tiempo para hacer cuanta cosa me está esperando para que la atienda… Y me digo: “Uno tiene tanta cosa como ha buscado tener, y la ha buscado para disfrutar de todo eso, pero pasa que tanta cosa no nos permite disfrutar de ninguna…”

Cuando me siento así, demasiado sedentaria, poniendo en orden y archivando tanto papel, mi cuerpo me avisa de alguna manera: “!Te estás olvidando de ti misma!”. Justamente hoy me pasó eso y decidida me levanté, miré hacia afuera, el día estaba calmo, tomé un abrigo liviano y salí dispuesta a moverme un poco, montaña hacia arriba…

No hice largo recorrido, iba respetando mi posibilidad, las piernas protestaron al principio pero se fueron adaptando poco a poco, y después de una media hora llegué a lo que llamo “El Mirador” porque allí a un “Loco lindo” se le ocurrió colgar su casa de la montaña, tuvo seguramente que talar árboles, hacer obra difícil, muchas contenciones y escalinatas para acceder a la vista más maravillosa que uno ni siquiera logra  imaginar…

Me quedé muda, extasiada, sobrecogida por tanta belleza. Descubrí lo “perfecto” vi que la perfección estaba en todo, y a Dios que me sonreía… Mis lágrimas brotaron, corrían por mis mejillas, creo que yo ni respiraba… La vista podía posarse lejos, en las montañas que se dibujaban invertidas, perfectas, reflejadas en el lago más calmo, que yo nunca pude antes vivir así…

Y allí me encontré conmigo misma, con lo que verdaderamente soy, una chispa divina, una creadora de esta vida hermosa en la que vivimos para aportar según sea nuestro potencial, según las capacidades que hayamos podido desarrollar… Lamenté no andar con el celular encima, y me reí de mi ego, que quería llevarse tanta belleza a su casa mientras me decía: “Has elegido liberarte por un rato de tanta electrónica, puedes llevarte lo vivido, el haber estado presente, y en profundo éxtasis, algo que ya está así vivido, ya lo tienes, ya te pertenece”.

Decidí volver. Si bien ahora era todo bajada, me sentía liviana, como volando, con una profunda alegría, sonriente, decidiendo que escribiría sobre este momento tan intenso, y así llegué a casa, y al mirar por la ventana, sentí otra vez lo mismo, desde más cerca, (vivo al borde del lago), y allí sí, saque la foto, que ilustrará esta entrada.