Creemos ser seres aislados que se relacionan,  forman familias y amigos y cada uno marca su territorio y se define. Nos habituamos a separarnos para poder mirar al otro, (lo externo), como algo muy diferente de lo que “yo soy, siento o deseo» (lo interno) Y al sentir que “lo externo” y lo “interno” son dos mundos diferentes y separados pretendemos cambiar “lo externo” desde “lo interno”.  A eso le que llamamos “control” y está en todos nosotros, genera “juicios, discusiones, en fin, relaciones conflictivas. ( basado en lecturas del Astrólogo Eugenio Carutti)

En esta concepción humana de dos mundos, el mundo externo está formado por objetos, que desde la “poderosa inteligencia de “mi mundo humano interno”, puedo destruir, cambiar, o construir a gusto y placer. La tecnología dio así un salto increíble, pero en las relaciones, al considerar también a los otros como objetos, (que ya tengo construidos y etiquetados), sentimos que nos pertenecen, son míos y pretendo transformarlos… Esta es la inteligencia del “Homo sapiens”. El trabajo personal, que nos habitúa a mirar qué pasa adentro nuestro, ayuda en algo, pero seguimos queriendo modificar desde lo interno, lo externo. Lo seguimos haciendo como “humanos”, no como “yo”.

Ahora necesitamos desarrollar la inteligencia de las relaciones, que nos permita darnos cuenta que no somos ni de esta forma, ni de la otra, que estamos todos en cambio permanente,  que tenemos que eliminar los juicios, las etiquetas y desarrollar la observación de cómo energéticamente nos vamos  vinculando, respondiendo al “afuera”, escuchando al “adentro”

Una mente tecnológica es una mente mecánica que divide, separa, y compite, y deja de registrar todo lo que le resulta más complicado y que ya no entra en el campo de lo tecnológico. Todavía no podemos darnos cuenta que no percibimos al otro, solo vemos nuestra propia construcción. Queremos basarnos en la sabiduría ancestral pero al esperar instrucciones, estamos nuevamente en lo mecánico, que no nos sirve para lo vincular.

Tenemos que investigar, que experimentar (así como hicimos con lo tecnológico), ¿cómo vincularnos desde lo profundo, sin juicio ni opinión, con aceptación total?, y ver por nosotros mismos la relación que de allí resulte. Nuestra personalidad, (o ego) repite las reacciones que antes sirvieron, se ancla en lo pasado, se preocupa por lo que vendrá, y nunca está en el presente…  No puede comprender que cada presente es único, que el cambio es constante, y que relacionarse es una verdadera aventura.

Es mi forma de percibir, de ver, lo que condiciona las circunstancias en que vivo. El gran secreto a descubrir es que para percibir al otro, necesito estar centrado en lo que está pasando, ni en el antes ni en el después. ¿O quizás seremos esa relación, ese vínculo energético de presencias mutuas, que va generando una trama, un tejido de energías, un constante movimiento de influencias?