Esta charla conmigo misma y con Uds. queridos amigos, propone explorar qué hay más allá de donde se acaba lo conocido, que hay más allá de nuestra forma de pensar aprendida y grabada a fuego por tantas repeticiones automáticas.

Hay mucho espacio desconocido dentro de nosotros mismos. Recién actualmente la ciencia está comenzando a contarnos como funciona nuestro cerebro por ej., pero de nuestra relación con todo el mundo invisible o cósmico, muy poco sabemos.

Hipócrates: hace 2500 años descubrió que en la “relación médico enfermo”, las palabras que usara, el conocimiento médico para la pregunta al enfermo y para la escucha, eso solo, sin medicina ya  curaba al enfermo. No cualquier médico conseguía generar esa respuesta interna de cura en el paciente, o sea hacer que una fuerza interna que está dentro del enfermo se ponga a actuar sobre su cerebro. Una persona puede no estar enferma, pero al sentirse escuchada y comprendida por otro, también se le despierta esa potencia interna que cambia la percepción de todo su mundo, pasando de su mirada acostumbrada y quejosa a una mirada mucho más positiva y alegre.

Todos recibimos contratiempos en nuestra vida, que nos producen dolor. El dolor es inevitable, pero sufrir es otra cosa, es aquello que nuestra mente añade al dolor natural, con su parloteo incesante. Eso es algo que deberemos atender si queremos sentirnos sanos y felices.

Ese ruido mental constante del que nos cuesta tanto darnos cuenta, (sería lo que llamamos estar en “Piloto automático”) reduce nuestras capacidades creativas para aprender y mejorar como persona, dificulta nuestras relaciones y aumenta la posibilidad de accidentes, de que discutamos, critiquemos  a otros y de que enfermemos.

El secreto para salir de ese encierro, está en poder reducir el estrés constante en  que vivimos. La mente vacía, y tranquila, nos cambia la percepción de las cosas y de nosotros mismos, y nos abre a la compasión.

La ciencia ha comprobado actualmente que ese trabajo de transformación de una persona, (cuando está tranquila y disfrutando del momento presente), depende de dos partecitas de nuestro cerebro llamadas “Hipocampos”. Para activar los hipocampos tenemos que huir del ruido interno, de la mente que parlotea sin cesar, y no del ruido externo. Pero como ese parloteo no para nunca, tenemos que conseguir permitir que el ruido constante mental esté y que no nos atrape. Allí los hipocampos aumentan de volumen. 

Cada hemisferio cerebral tiene una mente diferente y hacen cosas diferentes, y así se ayudan y colaboran entre ellos. Pero cuando estamos bajo estrés no colaboran. Sólo en relajamiento los dos hemisferios se ayudan. El derecho es el imaginativo, el que crea, el que intuye y el que se conecta con las directivas celestes. El izquierdo es el que organiza, analiza, calcula, mantiene sus decisiones y hasta llega a veces a pecar de rígido.

Podemos imaginar en nuestra mente que hay diferentes niveles: el  superficial que ante el menor estrés ya se mantiene agitado. Un poco más profundo hay otro nivel más tranquilo y relajado, y mucho más disfrutable. Y en la profundidad nos encontramos con tantas cosas hermosas que  nos sorprenden, porque nunca las vimos y no conocemos. Allí está todo nuestro potencial, esas habilidades nunca ejercitadas ni  desarrolladas.

Para llegar a ese nivel más profundo tenemos que estar muy relajados, muy tranquilos, quietos, en silencio, entonces los hipocampos del cerebro se activan y la persona se descubre a sí misma con potencialidades que nunca fueron siquiera imaginadas.