Estoy queriendo comprender el origen, para arrancar de raíz esta dificultad que me aqueja: «temblor esencial».Todos queremos ser felices. Es nuestra mente, la que nos bloquea e impide que lo  seamos. Es claro que si tengo miedo, estoy preocupada, luchando, ansiosa, me siento apurada o víctima, no soy feliz. También habría que ver a qué llamamos felicidad, analizar qué nos está pasando, y cuál es el sentido que le damos a esta vida. Cuando uno quiere cambiar algún aspecto de su vida, necesitará revisar cómo está pensando al respecto, pues según son nuestros pensamientos, así resultará nuestra vida, nuestra obra maestra.

He venido a esta Vida para aprender todo lo que vaya necesitando. Mientras viva puedo seguir aprendiendo, y casi podría decir que para mí, el aprender es la sal de la vida. Se me presentan nuevas situaciones momento a momento, y me animo a hacer algo nuevo, algo creativo, cuando me ha aparecido una necesidad, una idea, o un deseo que intentaré satisfacer haciendo algo diferente de lo acostumbrado. Será bueno detenerme un momento, analizar lo que me pasa, lo que busco, y siempre podré encontrar varias posibilidades, y elegir entre ellas para tomar la decisión correcta. He de cuidar de mantener mi centro, la presencia, sobre todo en el momento de decidir. Y también he de aceptar que a veces me equivoco, y eso ya es un hecho que ocurrió, que ya fue, lo que puede servirme para corregir el rumbo de hacia dónde voy. Así como cuando escribo, cada vez que lo releo algo encuentro para corregir, así es con el “aprender a vivir”, siempre estaré corrigiendo errores.

Muchas veces lo que me falta, lo que busco, es sentirme valorada, apreciada, querida por los demás. Esa búsqueda de estima la tenemos todos, y muchas veces depende de los padres el cubrir desde temprano esa tendencia básica de querer ser tenido en cuenta, de ser visto, escuchado, atendido… acariciado…En mi caso busco tener relaciones íntimas, pocos y verdaderos vínculos afectivos, donde sea mutua la necesidad de abrir nuestro corazón al otro, con aceptación total de lo que como ser me muestra, queriendo conocerlo en profundidad, y disfrutando de los momentos compartidos… No me basta algo superficial, y nuestra sociedad actual con tanta oferta de “disfrute ofrecido”, nos confunde totalmente, por lo que salimos a buscar más y más de todo lo externo que nunca puede satisfacer la necesidad profunda que es algo interno.

Otras veces mi relación con el trabajo al que le dedico demasiado tiempo, o mi relación con el dinero que gano, que después me cuesta gastar, o con el que adquiero cosas que no alcanzo a usar, son maneras de confundir la verdadera necesidad que me está motivando: la búsqueda constante de auto-valoración en algunos aspectos de mi vida.  Acá surge la pregunta: ¿Cómo está mi auto estima? ¿Me siento carente, o víctima, o frustrada en las relaciones familiares… y cubro eso con trabajo y más trabajo? Tenemos muchas maneras de engañarnos a nosotros mismos. Me observo en general, hablando sobre  mis logros, y solo en intimidad, puedo hablar también de mis fracasos…

Que busco el reconocimiento de los demás, no me queda ninguna duda. No ser visto o reconocido por la propia familia, por los compañeros, resulta muy doloroso, y a veces solamente está faltando la expresión de ello, el halago, la palabra, el gesto, la sonrisa… algo. Somos seres sociables que necesitamos de los otros, pero no hemos de olvidar que lo que recibo del otro es una percepción muy personal, que puede tener que ver con su propia estima. Puede tener que ver con que no sea empático con lo que yo puedo estar viviendo, que lo imposibilita para verme…, y puede también ser que sea yo quien no lo esté viendo, cuando bien sé que el preguntar ¿qué te está pasando?, puede ser muy liberador para los dos.

Me pregunto: ¿de donde vendrá en mí este temblor esencial del que no se conoce el origen ni la cura, y que se acentúa ante la mirada externa, o el propio pensamiento, (mirada interna)  Esta es una desafiante propuesta que quiero investigar. Hija de un padre exigente, perfeccionista, que sólo se ocupaba de marcar lo que estaba fuera de lugar, nunca un aplauso, nunca señalando lo positivo, quizás sea la causa de que me cohíba ante la mirada de otros, que me produzca ansiedad ser mirada mientras escribo, o toco un instrumento, o canto, por ejemplo. Pareciera que me controlan, me asustan quizás, me inhibo, me genera ansiedad, porque me siento en falta, que no lo hago bien, fuera de la norma, (no es común temblar cuando uno le va a servir la comida a sus invitados…)

A mi madre le preocupaba muchísimo que yo fuera tan lenta para realizar los deberes de la escuela y los quehaceres domésticos, que estuviera media mañana por ejemplo, acomodando mis chiches del cajón de la mesa de luz. “¡Cuando termines con todo recién saldrás a jugar!” Se esmeró, se ocupó repitiendo miles de veces: “Diana apúrate”, y consiguió que me apurara para todo. Ahora ya sé que el apurarme me genera ansiedad, porque me queda poco tiempo, y no bien pierdo el foco de lo que estoy haciendo y me apuro, (allí, ya estoy pensando en lo próximo que necesito hacer), allí, notoriamente tiemblo mucho más. Realmente fueron padres dedicados, que si bien no expresaban su amor a través de palabras o del contacto físico, ese cuidado y esmero para que sus cinco hijos resultáramos personas de bien, exitosas y felices, se sintió como amor. Yo pude sentirme una niña amada.