Si, ¡lo somos! En un gran porcentaje funcionamos por hábitos que formamos nosotros mismos desde muy niños; a veces por imitar a quienes nos rodean, y a veces, menos veces, por decisión propia. ¡Vaya, Vaya!, o sea que somos como “robots programables”, hasta “auto-programables” y por lo tanto también “auto-des-programables”. ¡Qué tema interesante!

 La CREATIVIDAD así con mayúsculas, fuerza Divina en plena acción, nos crea y nosotros continuamos su obra, según vaya siendo nuestra fuerza creativa, y así, a lo largo de toda nuestra vida, vamos armando y desarmando hábitos… Somos seres maravillosos todos con la misma Esencia Divina, que terminamos siendo individuos únicos e irrepetibles, de acuerdo a cómo hayamos ido comprendiendo y viviendo la vida.

 Necesitamos conocimiento de la vida pues eso nos da confianza sobre nuestro poder, sintiéndonos guiados y conducidos por lo Alto, todos, y todo el tiempo. El conocimiento de  la muerte, nos hace perderle el miedo, y allí se nos van todos los miedos, quedamos sin miedos, centrados. Necesitamos el control sobre los sentidos y sobre la mente pues eso transforma la calidad de nuestro fuego interior, de nuestras vibraciones internas.

Acá nos surge la inevitable pregunta: ¿Cómo es que des-armamos y armamos hábitos?; ¿Cómo lo hacemos? Todos venimos ya dotados de un poco de control, y en general nuestros padres, (o la escuela), nos hablan de ello. Hay “buenos hábitos”, nos son útiles, y hay “malos hábitos”, que nos dañan, nos enferman, nos atrapan. Es importante haber tomado la decisión personal de cambiar, de soltar, todo lo que no nos sea útil, que nos molesta.

Formar hábitos está dentro de nuestra propia naturaleza. Plantas, animales y humanos formamos hábitos. Podemos distinguir los buenos de los malos, los automáticos de los conscientes, y los posturales, de los emocionales y mentales. Todo en la naturaleza busca su propio ritmo, la “repetición del ritmo” al tiempo, aparece ya como hábito. Con lo que más trabajo personalmente, es con mis hábitos posturales, y he notado que lo nuevo, lo imprevisto o sorprendente, el no saber qué va a pasar, hace que mi mente esté más atenta, más abierta, y puedo mantener más tiempo mi nueva propuesta, por ej. de: “no cruzar las piernas” . No, no es nada fácil, recaeremos muchas veces y otras tantas volveremos a empezar.

Los “malos hábitos” nos atascan al hacernos perder la vivacidad, y el poder sentirle el sabor a la vida. Cuando la fuerza vital ya tiene una dirección en la vida, el control de los sentidos y de la mente nos permite liberarnos más fácilmente de malos hábitos. Cuando recaigo en la conducta anterior, seguramente me siento mal, me culpo, aun sabiendo que ya me propuse soltar totalmente todos los juicios, sobre mí misma, sobre los otros y sobre todas las cosas y situaciones que esté viviendo…

Podría ver a esa recaída como oportunidad para reanudar mi control y ya eso me haría un poco más feliz. ¡Pero vuelve a sucederme!, sucede que de nuevo no cumplo con mi propósito, entonces establezco una nueva propuesta por un tiempo más corto, y si vuelvo a no cumplir, comienzo otra vez pero sin juicios. El estar profundamente dolorido por sucesivas recaídas, nos libera de nuestros defectos y adicciones, nos transforma en “verdaderos luchadores”. Y cuando ya lo vayamos logrando, aumentamos de a poco el tiempo de cada renovación hasta que lo que hayamos elegido se transforme en nuestra forma natural de ser.

Pero también tenemos las “creencias adquiridas”, grabadas a fuego en nuestra primera niñez. Se las escuchamos a nuestros padres, y están las del ambiente de esos momentos, no eran nuestras, pero nunca más las cuestionamos, no surgieron de comprensiones personales por las circunstancias que nos tocaron vivir. Es ese ambiente energético nocivo, el que nos tiene atrapados, hemos de revisar una a una todas las creencias guardadas en nuestra mente y permitir que el momento presente, ¡bien Presente! nos cambie la cabeza.