Para todos los que compartiremos este mundo con ellos.

La crisis de nuestra sociedad es haberse convertido en una “cultura de la diversión”, de sueños fanáticos de estatus y de falsos valores. ¿Es éste el mundo que les deseamos? Lo externo puede ayudar a la diversión, pero no modifica, no satisface ninguna necesidad profunda, no nos hace crecer. El éxito y la diversión son hacia afuera, se programan, en cambio la felicidad es hacia adentro, ocurre. Con padres que practiquen ponerse límites prescindiendo de lo superfluo y falso, los hijos desarrollarán un sentido crítico.

Las relaciones entre padres e hijos, entre amigos, o de pareja, requieren de paciencia, disciplina, concentración y mucho cuidado. El amor es la actitud, la voluntad, la apuesta y la confianza a favor del ser querido. “Compartir”, es participar en las reglas y límites acordados. Las circunstancias, son el “circo” que nos rodea, lo que viene de afuera. Queremos felicidad, pero vivimos para el triunfo personal y más y más comodidad. ¿Y cómo salir de allí?

Nuestro mayor pecado es tener como meta al éxito y no desarrollar paralelamente un mundo interior de sabores, de silencios que permitan vernos y valorarnos los unos a los otros. Cuando auténticamente se está con el otro, no importa hablar, o de qué se habla, porque ya el otro está en tu interior.

Si se quiere que haya comunicación, no basta con oír, se ha de  aprender a escuchar, aguzando todos los sentidos, abriéndolos hacia el otro. La comunicación puede darse hablando, o también sin hablar, o puede no darse, y recién se podrá saber si existió, por cierta sensación de alegría interior que queda y permanece. Gritar o modular la voz no depende de los genes sino de la educación, y del trabajo interior. No vale el “Yo soy así”.

Lo contrario de apreciar, es manipular, es querer controlar. Somos seres complejos, hechos para el bien, la verdad y la belleza, para el propio ser y para los otros, para la soledad y la sociedad. Todas estas son necesidades que requieren ser satisfechas. Dedicarse solo a una de ellas mutila y distorsiona el ser. Cuando vivimos solo hacia afuera, el adentro clama pidiendo atención, alimento, cultivo, porque tiene necesidades. Cuando vivimos solo hacia adentro, no estamos pudiendo responder a la realidad del afuera, de los otros, ni siquiera a nuestra realidad física y de supervivencia. Aprender es crecer, es integrarse los unos con los otros. Con – vivir; co – laborar, co – operar, com – pañero, todo eso nos habla del que comparte el pan, la mesa, el trabajo, la condición humana.

El “Conócete a ti mismo” nos resulta muy difícil porque somos complicados. El que algo nos resulte desastroso o hermoso parte de la mente y a ese significado lo convertimos en un hecho. Por esto, un hijo es un gran misterio durante toda la vida. No es el pensamiento lo que nos une, sino el alma, la emoción. Un hermano no es, debe hacerse, como a los amigos, a la pareja, y se hace en ese hacer cosas juntos, confrontando ideas, con diálogos, revisando límites. Así se logra una vida compartida, con afecto, sentido y amor.

El placer y la felicidad, son algo interior que brotan de uno, motivado por un paisaje, la música, una mano que toca, pero que en general no se da cuando uno está tan ocupado con cientos de cosas. Son instantes únicos, diferentes, incomparables. Es el goce del “des-cubrimiento”. Hay que descubrir un encuentro en la calle para poder gozarlo. Habrá que superar bloqueos internos de hábitos, rutinas, estrés, y eso es “trabajo interior”. A eso venimos a este mundo: a disfrutar el aprender, el compartir y el facilitar aprendizaje.

Somos los roles o actuaciones que asumimos e intercambiamos. Cada uno tiene su favorito y es el que más juega. No seamos actores que siguen repitiendo un guión, una y mil veces. Sólo lo auténtico nos humaniza, trasmite valores y educa. Al buscar el crecimiento y la mejora de nuestros seres queridos, esperamos algo de ellos: su buen desarrollo hacia arriba y hacia adentro. Eso es amor. Nos duelen sus imperfecciones, que cuando son irremediables, será mejor no intervenir, pero si son reparables, hemos de procurar influir. Dice Barylko: “Cuando descubres lo desigual te desequilibras, y por ese resquicio aflora el placer de lo imprevisto, lo inaudito, la diferencia. Ese es el placer, “el deslumbramiento del aprendizaje.”

El deseo de superioridad en el hombre, en algún aspecto es insaciable. De allí surgen la rivalidad, la competencia, el estímulo, la adrenalina y la envidia que no puede ser suprimida ya que siempre reaparece. Lo importante es que haya mayores momentos de amor, goce, solidaridad y gratitud, pues cuando los estados negativos son pasajeros, los positivos crean el cimiento para un yo fuerte y estable. Para que la envidia se transforme en una potencia creativa transformemos la lucha por el prestigio y la superioridad, en un “superar–se”,emulando a los modelos de la historia. Eso es crear, modelarse, crearse a sí mismo, re–crearse, re–nacer diariamente.

Descansemos de todas las ficciones de nombres, títulos y etiquetas para que pueda brotar la desnudez del ser. Tanto estrés en estos tiempos es generado por la angustia por estar llenos de medios y totalmente desprovistos de fines. En nuestro sistema social diariamente hemos de revisar qué estamos haciendo de corazón, (maternalmente) y qué de razón, (paternalmente), qué dé afecto y qué de ley.

 Para reflexionar:

  • ¿Cuál es el sentido del encuentro? ¿Hay mayor aventura que encontrarse con el “otro”?
  • Nuestro mayor pecado es tener como meta al éxito y no desarrollar en paralelo un mundo interior de sabores.
  • La comunicación no es hablar, es el aprendizaje silencioso de unos con otros.
  • Apreciar, admirar, es un arte, es dejar que lo otro sea lo que es, sin querer poseerlo.
  • Una relación sólo puede darse en ese instante en que “algo” se hace “alguien” cuando se siente en el interior.Por eso los hijos aunque estén lejos, están muy adentro, y nos resultan tan valiosos.
  • Estamos hechos de construcciones mentales y de ilusiones.
  • El placer o la felicidad, es algo interno, algo que brota de uno.
  • A veces somos perseguidores, otras víctimas o salvadores en el juego de la familia, y en el circo de la vida.
  • El descanso del séptimo día, es “descanso del afuera para que brote el adentro”.
  • En presencia del afecto auténtico, puro e inteligente, sobra la ley.Cuando éste falta, aparece el temor y lo negativo, y la ley es necesaria con urgencia.