Parte «1»: ¡Está llegando una nueva humanidad!

Todo esto me moviliza, siento, pienso, me pregunto y comienzo a  escribir. ¿Qué es lo mejor de lo mejor, que quisiera regalar a estos niños que están llegando a vivir con nosotros?  – ¡Sí, ya sé! Un ambiente armonioso, nutricio, (no tóxico), sin malos ratos, sin discusiones ni peleas, donde haya amor, respeto y diálogo: escucha y comunicación entre los integrantes de su entorno. Eso es lo más importante para que sea una persona agradecida, feliz, confiada y servicial. También responsable de sí mismo, de sus compromisos y considerada con los otros.

Para que esto sea posible necesitarán tener padres responsables y conscientes, que se den cuenta que nadie nos enseña a ser esos padres buenos y ejemplares que deseamos ser. Necesitaremos balancear nuestras emociones, y para ello hemos de  formarnos dedicando tiempo, y sintiendo en lo profundo, cómo repercutirá, en el bebé desde antes del nacimiento, la vibración energética que se viva en la casa.

Los niños igual que los animales y las plantas, son mucho más sensibles de lo que los adultos suponemos. Ellos son afectados por lo que pensamos y sentimos en silencio… y aún antes de que nos demos cuenta de lo que nosotros mismos estamos viviendo. Dice M. Montessori: “Estos niños que nacen son seres mudables, imprevisibles, y misteriosos’’, ¡No los etiquetemos! Ellos explorarán con todos sus sentidos el mundo al que llegaron, estarán en constante transformación física y mental, y el ayudarlos sin que lo necesiten, detendrá su desarrollo. Difícil les resultará a los padres no imponer su saber, y solo educarlos en modales y en maneras de relacionarse con su entorno, dejando que ellos descubran el resto.

Todos somos seres únicos, tanto el científico como el verdulero, tu hijo, y el hijo del gobernador. Criamos hijos como si criáramos pollitos, engordando a unos con habilidades y más y más estímulos, y a los otros con alimento balanceado. ¡Pobres chicos! El niño ha de salir él mismo en busca del saber, elaborarlo, conquistarlo. Hemos de darle el lugar para la actividad creadora, el pensar, el imaginar, el encontrar y asombrarse con su propio trabajo. Los adultos  solo deberíamos mostrar caminos.

Para reflexionar:

  • “Dar de más es aún más dañino que no dar”
  • ¿Nos estamos dando cuenta de que ésta nueva vida llega a nosotros para hacer “su propio camino”?
  • ¿Sabremos amarlos, acompañarlos y apoyarlos en su desarrollo físico, mental, emocional y espiritual, en lo que realmente necesiten?
  • ¿Les permitiremos ser ellos mismos con su potencial y pureza increíbles, y total confianza en nosotros, los adultos?
  • ¿Cuál sería el ideal educativo?: Que cada cual llegue a ser lo que puede ser, no manipulado, sino ayudado a crecer por padres y maestros.

Necesitamos observar a los niños, vivir y jugar con ellos, para poder ver lo que son realmente y no solo ver lo que nosotros queremos que sean.