Emilio Carrillo propone siete prácticas para  “Vivir en la Frecuencia del Amor” 

Esa “metamorfosis humana” de la que tanto se habla, son procesos internos, no externos. Todo lo que ya está aconteciendo deviene de la resonancia que cada uno, en función de su proceso, tenga con las nuevas vibraciones de la Madre Tierra y de las del Centro Galáctico. Necesitamos estar centrados en nosotros mismos y mantenernos en una frecuencia de Amor. ( Resumen de su texto)

La vida en frecuencia de Amor, requiere de una práctica, de cosas ya sabidas, con un cierto orden, y sin esfuerzos. Son prácticas “dulces” pues como dijo Rumi: “La época del asceta acabó, el reinado del Amor ha llegado”.

Y el amor no entiende de miedos, ni de culpas, ni de Karmas… Por esto, no nos auto-limitemos en el aquí y ahora, en nuestra capacidad creadora, debido a esos miedos, culpas o karmas.

Nuestro “Espacio sagrado de libertad”, es ese espacio propio en el que se genera «la actitud» ante cada hecho o circunstancia de nuestra vida. Es un espacio sin interferencias, donde está cada uno solo consigo mismo, generando una actitud, una respuesta ante ese hecho, respuesta que lo define. Es la actitud la que pone el color de la respuesta, habla de nuestro estado de consciencia. Esa actitud es la que debe estar en frecuencia de Amor, ante buenas o malas noticias, ante lo importante y ante lo cotidiano. Con el color de la actitud generada de instante en instante, habremos pintado el día. Y así es como pintamos nuestra vida entera.

Esa actitud necesita estar ligada a nuestro Verdadero Ser, esa parte que va más allá de una vida física, que es parte del Todo, divina, infinita y eterna, que nos está esperando… Al contactarla notamos paz, armonía, equilibrio, quietud, alegría, sin una razón concreta. Comprendemos que todo fluye a la perfección, que todo es un milagro, que la vida está llena de señales, llena de amor. Esto es algo tan simple como fluir en ese convencimiento, en esa confianza. Cuando se rompe la conexión, lo que queda repiqueteando por ahí, no somos nosotros.

 A la mente todo esto la desconcierta, no le demos ocasión de que entre en reactividad. La mente reacciona en función del alimento que le damos. Cuando no la utilizamos adecuadamente, la mente hace su propio camino, proyecta hacia afuera, eso con lo que la fuimos alimentando.

Las actitudes con las que afrontamos los acontecimientos cotidianos son las que ponen en marcha, emociones, pensamientos, comportamientos, y hábitos. Todo esto es totalmente práctico, es todo el tiempo, instante tras instante, en cada momento presente. Se da en el espacio sagrado de libertad.

Primera herramienta: “Vida sencilla”

San francisco de Asís dijo: “Necesito poco, y lo poco que necesito, lo necesito poco”. Nuestra sociedad dice: “Necesito mucho, y lo mucho que necesito, lo necesito rápido, urgente, ya!”. ¿Crees de verdad que puedes ser feliz acumulando?

Gracias a la actual crisis, millones de personas vuelven  sus ojos hacia el interior y comprueban que lo que el corazón ansía no está en el exterior sino dentro nuestro. Detrás del modelo de sociedad consumista que entre todos hemos creado, no está la felicidad sino mucho dolor y frustración que termina rompiendo nuestra paz y armonía interior.

Podemos comprobar la importancia que tiene el ritmo de vida. Creemos que el secreto de la vida está en hacer muchas cosas y lo más rápidamente posible. Cuando nos quedan horas libres sin nada que hacer, sentimos que eso nos empequeñece ante los demás. No olvidar que “la sociedad es nuestra proyección”. Tenemos que respetar nuestro ritmo de vida, ir por un camino que no sea hacer permanentemente cosas. Ese correr continuo nos agota física y mentalmente generando estrés, depresión, y enfermedades.

El ritmo de una vida sencilla conlleva eliminar trabajos y esfuerzos, tanto cuanto podamos, hacer lo que a uno le guste, vivir plácida y sosegadamente, en mayor armonía,  dejando espacios desocupados para desarrollar “el arte de no hacer nada”, pues es allí cuando la creatividad se expande y nuestros talentos o dones aparecen. Desde el punto de vista espiritual es tener coherencia con lo que realmente somos. La vida sencilla va muy ligada a la práctica siguiente, al aquí-ahora.

Segunda herramienta: “Aquí y ahora”

La práctica del aquí-ahora es natural, es ¡práctica!, al cepillarnos los dientes, al comer será estar comiendo, masticando y saboreando a conciencia. Es simple. De vez en cuando ser conscientes de la respiración, o del latido del corazón. Así creamos una práctica que poco a poco, cuando le damos la oportunidad, se expande en el día a día, y pronto nos damos cuenta que ya estamos en una dinámica distinta, empezamos a vivir en el aquí-ahora. Esto tiene una enorme consecuencia espiritual: ser conscientes de lo que es el momento presente. No somos lo que pensamos que somos, somos cada momento presente; tu vida, la mía, no es sino cada momento presente. Y todo lo que integra ese momento presente en toda su plenitud e integridad, soy yo. !Todo soy yo! El momento presente está mostrando en su plenitud lo que somos. Y todo lo que ocurre en este momento presente real, en el que estoy, eso soy yo.  Y si hay algo que no me gusta en este momento presente,  es una proyección mía, es mi vida, está diciendo algo de mí mismo, y no he de intentar cambiarlo, sino ¡ACEPTARLO! Esta es mi vida, es proyección mía.

Al aceptarlo se produce el milagro: las cosas que sentimos y nos resuenan van solas transformándose, debido a la inmensa fuerza del amor que tenemos dentro. No se trata de cambiar cosas haciendo cosas, pues allí nada cambia, no estamos aceptando. Cuando se las acepta, hay un fluir mágico, y poder ver como todo va encajando sin que hagamos nada es algo maravilloso. La forma suprema de la acción, es la no-acción. 

Cuando estamos presentes, siendo nosotros mismos, tenemos que ser conscientes de que todo está en evolución, que no hay nada estático. Es imposible que las cosas no cambien. Cambian a su ritmo, no cuando nuestra mente lo decide. Demos a las cosas el tiempo de evolución que las cosas requieren, evitemos meter las manos en el estanque, que el agua terminará aclarándose sola. La práctica de la vida sencilla, del aquí-ahora, la observación del momento presente y la aceptación, nos conducen directamente a la práctica de la libertad.

Tercera herramienta: “La libertad”

La matriz holográfica se caracteriza porque todo es verdad y nada es real. Todo es verdad en cuanto cada cual lo entiende por verdad, y nada es real porque lo que cada uno ve es su interior reflejado afuera. Pero a pesar de saber esto puedo decir que hay una percepción de la libertad que es la verdadera libertad, la que nada tiene que ver con la libertad que nos enseñaron en los colegios ni con la que proclaman las constituciones.

La libertad no es otra cosa que la ausencia absoluta de miedos. Una persona libre es una persona sin miedos. ¿Cuántos seres humanos libres puede haber en el planeta? Sin embargo hay algunos que de verdad y de corazón pueden decir que no tienen miedo, ni a la vida, ni a la muerte, la propia, o la de sus seres queridos, ni a vivir cualquier situación que la vida les ponga por delante, pues ya comprobaron que lo que la vida les presenta, es una bendición, porque trae un por qué y un para qué, ligado a lo que “es mejor para nosotros”. Allí ¡se acabaron los miedos total y absolutamente! Hay miedos que están muy bien disfrazados, pero que son enormes. Detrás de las comodidades hay mucho miedo, y generalmente detrás de todas nuestras relaciones también los hay; miedo a la soledad, a la pérdida, etc. Esos miedos no son ni buenos ni malos, están ahí, hay que observarlos, conocerlos, ver lo que nos hacen; aceptarlos.

Aunque nos parezca increíble, ese ver y aceptar es lo que lo va transformando en algo muy diferente. Esa sombra se transforma en luz, como que era luz embolsada y por la aceptación se muestra en plenitud. Allí recién nos damos cuenta que ese miedo nos fue útil, que ha sido una herramienta útil para nuestro proceso, que ya cumplió con su función. Lo acepto desde el agradecimiento y el amor por la labor que ha cumplido, por ¡cuánto me ha servido! Sé que desaparecerá a su debido ritmo y tiempo.

Lo mismo pasa con los karmas, están ahí, los contemplamos con Amor, nos han servido en nuestras cadenas de vida, agradecemos sus servicios. Al ver miedos y karmas y agradecerlos, actúan de trampolines en el proceso, y empiezan a disolverse por sí solos. ¿No es algo milagroso y maravilloso?

Muchos de nosotros convertimos nuestra vida en una cárcel, cuyos barrotes son nuestros miedos, por la constante búsqueda de seguridad. ¡No reclames mejoras carcelarias, abandona la cárcel! los barrotes están hechos de ilusiones. Tener una conexión con el interior es clave para que los miedos ya detectados se transformen en otra cosa.

El mayor miedo para muchos es a la pérdida de seres queridos. Somos dimensiones espirituales experimentándose en un cuerpo físico y nuestros seres queridos también lo son, viviendo una experiencia como ser querido tuyo “ahora”. Ese “ahora” en comparación con la eternidad, no es absolutamente nada. Tanto nuestra dimensión espiritual como la de ellos tiene un propósito de vida que es sagrado. Todo esto no lo terminamos de interiorizar. Y si un ser querido se va, si ya tiene cumplida su misión, vuelve al lugar de donde todos venimos. Por supuesto, el dolor físico existirá en nosotros, y puede inscribirse en un contexto de alegría, porque ese ser querido ya ha cubierto su propósito de vida, y ha retornado al hogar, desde donde, como dimensión espiritual sigue con nosotros. – Quizás le esté faltando hondura a nuestra espiritualidad… Pues si ese ser espiritual me ha elegido como padre es porque ya tenemos fuertes lazos en otro plano donde nos volveremos a encontrar… La vida física es solo un pequeñísimo trozo de la vida toda.

En tu práctica meditativa: prueba de conectar con la dimensión espiritual de tu ser querido que está vivo contigo, en este plano. Es sencillo y hasta se pueden mantener diálogos, (cuando hayan malos entendidos), que en la vida diaria no son posibles, y ambos seres físicos podrán comprender cosas, transformar actitudes, parecerá milagroso. Anímate a experimentar. Solo la absoluta ausencia de miedo te permite vivir plenamente.

Cuarta herramienta: “El Silencio”

Esta práctica es también muy sencilla, en el día a día generar espacios de silencio, y no tiene porqué ser sólo meditando. Puede ser sólo sentarse y respirar tranquila, sosegadamente, u orando. Hay prácticas en movimiento, caminando, o planchando. Lo importante es meter espacios de silencio en la vida cotidiana.

Porque en el ajetreo del día sudamos y ensuciamos el cuerpo, nos duchamos. Así también nuestras vibraciones se contaminan y densifican y la práctica del silencio limpia y purifica nuestra vibración para que fluya mejor. Sería una ducha espiritual, y por lo tanto un gozo. Que cada cual practique el silencio como prefiera, y cuando lo sienta. 

Puedes estar en medio de una reunión de trabajo muy tensa, o en una bronca familiar y hacer una práctica de silencio.  Si tienes sólo un minuto, esa vez será de un minuto. Esto enlaza perfectamente con la práctica de la vida sencilla y el ritmo de vida. Cuando esta práctica se va asentando, el silencio empieza a desenvolverse, a formar parte de nuestra vida. Y cuando se extiende en el día a día, nos lleva a la siguiente práctica.

Quinta herramienta; “La Quietud”

Es lo que se  consigue a medida que la práctica del silencio se enraíza en nuestra vida, pues es ese silencio lo que nos ayuda a estar en conexión continua y permanente, con nuestra actitud. Solo esta vivencia cotidiana de la quietud, de una manera natural y espontánea, nos permite sentir la paz, la armonía, la felicidad y el Amor que somos. Llega el momento en que nuestra vida se convierte en una “Frecuencia de Amor constante”. Porque suceda lo que suceda, sean logros o fracasos, la actitud siempre es la misma: “Una Frecuencia de Amor”. Esto nos asocia con la confianza.

Sexta herramienta: “La Confianza”

La práctica de la confianza, es vivir confiando totalmente en que la vida es amorosa. Al moverte sin dudas mentales,  fluyes, la vida te lleva. Esa confianza es multi-dimensional: “Confianza en la Providencia Divina”,  (nuestro ser interior divino), que actúa cuando se lo permitimos y que no tiene nada que ver con el ego, la personalidad, la mente, ni el pequeño yo de esta vida concreta. Esto posibilita que la vida nos vaya guiando en un continuo milagro lleno de señales y de sincronías. Esa confianza nos tiene que inundar.

Confiar que en la vida todo tiene un porqué y un para qué, que la vida es un aquí y ahora, que todo sucede por algo, y que es proyección de lo de dentro hacia afuera; que «todo fluye, refluye y confluye siempre en un contexto de perfección». Cuando fluimos, aceptamos y confiamos es muy sencillo percatarse de la perfección de cuánto es.

“Confianza en la Sabiduría Interna”, en que ya sabemos todo, que no tenemos nada que aprender, que solo necesitamos recordar lo aprendido. Cada instante en que pongamos la atención afuera será un instante perdido. El conectar con la sabiduría innata no tiene nada que ver con los conocimientos, ni con lo aprendido, es conectar con lo que está dentro, con nuestra fuente de inspiración, de intuición, de premonición.  Todo a disposición.

Séptima herramienta: “Empoderamiento”

Mejor expresado sería: “la práctica del endiosamiento”, pues como ya lo decía San Juan de la Cruz: “el máximo grado de perfección que el ser humano puede alcanzar, es la transformación en Dios”. Esto no es soberbia ni orgullo, es sacar a la luz lo que realmente somos. Otras tradiciones dan el mismo mensaje: Un místico sufí que paseaba por las calles de Damasco decía: “Dios es yo, y yo soy Dios cuando ceso de ser yo”. La práctica del endiosamiento tiene esta dificultad: precisa de una experiencia espiritual en plenitud: la superación de la identidad individual la pérdida de la importancia personal.

Cuando practicas el momento presente, es muy importante poder llegar a sentir: “yo soy este momento” en todas sus dimensiones, íntegramente. Eso nos va acercando a la transformación. Nos cuesta muchísimo empezar a percibir que hay una única gran vida, no una de Juan y otra de Pedro. Que esta gran vida se manifiesta a través de las experiencias que desarrollamos entre todos, pero que la vida es una. Por lo tanto la vida de Juan o la de Pedro, es mi vida, y viceversa. Para poder vivenciarlo, lo único que tenemos que hacer es adquirir perspectiva, sobre-volarnos.

Una analogía: Un programa informático se manifiesta a través de muchos terminales de ordenadores. Nosotros nos estamos identificando con uno de los terminales, pero podemos ser conscientes, que no somos el terminal sino el programa informático. Somos la vida integra, en su totalidad. Para “cesar de ser yo”, es necesario entender e interiorizar que somos la vida única y la consciencia única, ambas manifestación del Amor.

Cuando esto se empieza a percibir, es el “momento sagrado”, en que lo que le pasa al otro, me está pasando a mí, porque al superar la barrera de la individualidad física, se vive en la vida que es única, hasta el punto que puedo llegar a sentir lo que sienten Juan o Pedro, y oír sus pensamientos.

El primer paso para que todo cese es: “La Rendición”. “Rendirnos” es empezar a sentir que no hay nada que buscar. Que todos somos iluminados, que esa es nuestra naturaleza. El empeño y esfuerzos (del ego), impiden que nos demos cuenta de algo que es tan obvio. Permitamos que nuestra naturaleza se manifieste, que salga. ¡Eso es todo! Rendición. Aceptación plena.

Al mantener viva una frecuencia de Amor, la actitud es siempre la misma: bandera blanca en el corazón, ondeando con mucha energía, con mucha fuerza, la aceptación unida a la libertad, a la falta absoluta de temor, a la alegría, que contagia toda la amplitud de ese momento en el que estamos, con esa energía, pues esa es nuestra vida.

Para que todo esto ocurra, no tienes que renunciar a nada. Todo lo que la vida pone por delante es un regalo a aceptar, es para disfrutar. !Todo! Sin importar su nombre o su color.  La aceptación del Amor es sin deseos, sin rechazos, sin apegos, y sin desapegos, sin anhelos, sin renuncias.

Cuando estas cosas van afinándose en nuestra vida, nos encontramos en las puertas de la resurrección en vida, del “nacer de nuevo” de Jesús. Para nacer de nuevo hay que “morir en vida”. Entonces a todo lo que ha sido tu vida hasta ese momento hay que ponerle un “ex” delante: ex – maestro, ex – empresario, etc., todo eso ha quedado atrás, hay que decir adiós a todo eso. Dar este paso es difícil, hay añoranzas, te das cuenta de tantas cosas que te atan a la vida. Llegado el momento podrás ver que ese “Morir en vida” no es traumático, es el proceso natural de los seres humanos.

Uno va soltando sus amarres poco a poco, se siente cada vez más liviano, y con más necesidad de salir volando. Al ir subiendo comprobarás que lo que te mueve es una suave brisa, que te conducirá hacia otra manera de compartir o “hacer servicio” muy diferente, pero siempre desde esa actitud de la «frecuencia del Amor». Los invito a que experimenten esa frecuencia de Amor, con estas siete prácticas de las que aquí hablo que hacen realidad el: “amad al prójimo como a vosotros mismos” (Jesús). Todo es posible, (no una quimera), esto es una realidad. 

Nuestra actitud puede ser la del amor constante, ante cada hecho o circunstancia de la vida cotidiana. La vida entera es un regalo, que está repleta de señales, sincronías y milagros para que fluyamos entre ellos