Ser impecable con la palabra

Puedo usar la palabra como un medio de expresión o como un arma contra mis hermanos, y también puede llegar a ser un medio “para ocultar” en vez de “para trasmitir”. Necesito dejarme guiar por la intuición, que está más allá de las imágenes y palabras, que es armonía entre el pensar y el ser, para recién poder dejar de querer traducir todo a palabras, y alejarme de tantas explicaciones, de tantas justificaciones del ego. Comprendo que el mirar hacia el mundo interno provoca una re-orientación del intelecto, y de su representante, el lenguaje (el intelecto se vincula a palabras, la inteligencia no)

El silencio interior

¡PARAR TODO!, hacer silencio, nos ayuda a entrar en contacto con los niveles más profundos de nuestra existencia, a alcanzar la «intuición”. Entonces me pregunto: “¿Será posible escuchar los pensamientos?” Y… sí, algunas veces podemos.

Dado que el “pensamiento verbal” es un tipo de habla imaginaria, debe existir un centro que se diversifica en dos opuestos “hablar” y “escuchar”. Cuando logro estar en ese “punto cero”, (como sentada a caballo en el alfeizar de una ventana), tanto hacia adentro como hacia afuera, atenta y abierta, se acrecienta la consciencia de lo que pienso y puedo observar lo que se acerca y aparece… Paso a paso sigo practicando. 

Empecé escuchándome mientras hablaba o leía en voz alta. Procuraba no criticarme, ni cambiar mi forma de hablar, quería sólo escucharme, solo tomar consciencia de esa acción específica. Cuando ya pude oírme, comencé también a escuchar mi voz, algunas veces cuando estaba hablando con otros, y a asombrarme de lo que yo misma estaba expresando, o del énfasis que le ponía.

Pude tomar conciencia de mis pensamientos en especial al ensayar en la mente  lo que quería decirle a alguien. Insistí e insistí y pude ver la gran ayuda que  era para “re-descubrir y valorar al pensamiento y al lenguaje como instrumentos de creatividad y de expresión”. Y también en mi decisión de “activar en mí, la “presencia”. Lo siento muy útil en mis intentos de “desafiar a mi timidez”, en el poder “detener el hablar innecesario”, en conocer a mi personalidad expresándose, sus tonos, su alegría, su entusiasmo, su frustración, etc.

Quiero aprender a masticar, a gustar, a valorar y a experimentar el poder de cada palabra, en cada frase, porque así tendré una expresión de más fuerza, un discurso auténtico, penetrante, en el que cada palabra tendrá su peso. Para esto he de comenzar eliminando todo apuro y ansiedad cuando me expreso. Hasta ahora vengo escuchando varias propuestas de justificaciones cuyo fin es agrandar mi imagen ante los demás, y escucho también otra voz, que acota: ¿Será necesario mentir? ¿Para qué?; la propuesta entonces es rechazada. Allí reconozco que intervino la mente abstracta en mí, y eso acalló al ego…

Trato de mantenerme interiormente en silencio, despierta y atenta pero sin el «habla interna». Me doy cuenta que es algo bien difícil, y descubro su carácter obsesivo. No bien se relaja mi atención aparecen nuevamente los pensamientos verbales. Me ayuda acompañar la entrada y salida del aire por mis fosas nasales. Cuando prolongo el silencio ocurre un desarrollo más pleno de mis sentidos, empiezo a percibir  sensaciones más sutiles de mi «cuerpo», y cuando puedo mantener esta paz mental algo más, la alegría interna, la felicidad, rebalsa por todos mis poros.

Quiero poner igual atención también al mundo externo. Hago mi práctica escuchando música. En plena concentración no se puede escuchar la música y pensar o soñar a la vez, quiero permanecer lo más posible en el plano acústico. Lo intento, lo pierdo, y sigo intentándolo. A veces escucho atentamente queriendo reconocer extraños sonidos externos, o internos, y “a la vez me observo”: la expresión, la postura,  la actitud,  el deleite… A esto es lo que llamo “Conciencia expandida”, que comienza a pasar…

Me doy cuenta que llenar mi mente con las impresiones de los cinco sentidos es la mejor ayuda para erradicar los juicios y opiniones. Cuando observo un cuadro que me atrae, la montaña del frente, o toco la textura de un pétalo, trato de captar todos los detalles en silencio, sin palabras, sin opinión, viendo cómo la belleza mueve mi emoción, cómo cambia mi respiración… Quizás lo más valioso de todo este entrenamiento en el silencio mental sea llegar a un estado más allá de la evaluación, de la dualidad, (más allá del bien y del mal), donde uno mismo y lo que se está observando se unifican, se hacen “UNO”. Toda esta práctica nos ayuda a entrar en contacto con los niveles más profundos de nuestra existencia, y a alcanzar la «intuición”.