La esencia del sendero y de la vida espiritual es poder reconocer nuestro poder interno, saber que no solamente tenemos un cuerpo inteligente y capacitado de crear cosas maravillosas que nos facilitan la vida, sino que también somos “conciencia”, vibraciones de energía, de cambiantes longitudes de onda, en perpetuo movimiento.
Cuando comprendemos que es el miedo el que nos traba, que podemos sentir perturbaciones internas, y que aunque ellas estén, ya no pueden perturbar la estabilidad de nuestra conciencia, allí recién “seremos libres”. En el fondo lo que todos buscamos es reconocimiento y libertad. Entonces me quedo observando que pasa en mi interior… El miedo parece estar anclado allí, en la mente egoica, pero no hay un tira y afloje, no hay juicios…
Encuentro que tengo miedo a “no poder valerme por mi misma”… Y presumo que con mi edad, eso llegará relativamente pronto. Entonces ya estoy ocupándome de tener una relación con la persona que encontré idónea para eso, para que ambas estemos felices de estar juntas ayudándonos cada una a la otra. Ella esta semana tuvo que viajar y yo veo que aún puedo sostener el ocuparme de mi mundo exterior y del mundo interior… Eso me hace feliz.
Pareciera ser que lo que busco son elogios y que lo que temo son las críticas. ¿Será que esto se basa en la tan antigua rivalidad (de hace más de 80 años) con mi hermana mayor, por ganarnos las felicitaciones de nuestros padres? ¡Quiero ser capaz de terminar con los bloqueos de mi infancia! Para ello tendré que estar muy atenta, en todo momento a mi búsqueda de elogios, y hasta el punto de poder pedir el parecer sobre mi accionar, a quienes considero amigos inteligentes y escuchar con interés las críticas de ellos.
Deseo sentirme en paz, y si la mente habla y habla, no le haría caso, esperando que se canse y me deje tranquila. Me doy cuenta, que la Vida está tratando de ayudarnos, a todos, al proveernos de personas y situaciones que estimulan nuestro crecimiento. Podemos aprender de todo lo que nos vaya pasando; no tenemos que preocuparnos por los problemas de los demás, ni si tiene razón o si está equivocado, solo tenemos que estar dispuestos a abrir el corazón, para que se produzca el proceso de purificación.
Sé que en todo momento se nos está dando una oportunidad para solo ser testigo, y para confiar en que la ayuda de lo Alto, llega para todos sin distinciones, tal como nos llega la luz del sol… Este “soltar y vaciarse”, es el principio y el fin de la espiritualidad. Al trabajar de esta manera vamos descubriendo paulatinamente, las sutiles leyes del proceso de soltar. Hemos de practicar, siempre en el instante presente, la aceptación y la compasión de nosotros mismos y de los demás.
Me pregunto: ¿Fui capaz de ver al instante que las experiencias son una oportunidad de crecimiento? En mi caso, actualmente, yo diría que sí, pues intento siempre que mi vida vaya hacia adelante, y no siento, como les pasa a muchos, que por la edad, estuviera yendo para atrás… Y de nuevo me pregunto: ¿Quién es el que se da cuenta, que está viendo y percibe su mundo interno? Y me contesto: es el “observador o testigo”, que desde lo más profundo de mí, me conducen.
Si no soltara, puedo notar que la energía estimulada en mi corazón, actúa como un poderoso imán que absorbe mi conciencia hacia ella y entonces ya me fui del asiento del “testigo”, desde donde alcancé a percibir que mi corazón empezaba a reaccionar. Allí me dejé implicar en las agitadas energías que surgían de esa reacción. Solo algún tiempo después, al volver al asiento del testigo, me pude dar cuenta que pasó un cierto tiempo en el que ya no estaba allí, que había sido secuestrada por la mente. Encuentro que estuve perdida solo unos instantes, pues enseguida me di cuenta, “solté y volví a mi centro”.
La conciencia resulta siempre absorta por el objeto más llamativo: (un sonido agudo, una espina en el índice de mi mano derecha, o quizás mi corazón dolorido); y se concentra en el lugar que más la distrae. Esta ley se cumple tanto dentro, en nuestro mundo interno, como fuera de él. Pero al volver a ocupar el asiento del testigo, yo enseguida busco de centrarme haciendo algo en el exterior, (que me guste o divierta hacerlo), y que me ayude a salir de la mente. Por ejemplo: en este momento yo sigo acá escribiendo. ¡Eso entiendo que es soltar!
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