Hoy ya es 22/8/25 y veo que el tiempo corre, que no para nunca, y a mí especialmente me afecta, pues quiero compartir acá mis vivencias, y constantemente me hago tantas preguntas que no alcanzo a contestarlas pues me parece que quiero demasiadas cosas la vez, vivo postergando todo, de ahora para dentro de un rato, de hoy para mañana, y de este mes para el próximo. 

Pero en este momento decido empezar con algo: con lo que para mí significa SER AGRADECIDA. Para eso intento descubrir que cosas tengo para agradecer, a quien y a quienes: Empezaría agradeciendo en primer lugar: a la “Vida”, el haberme permitido bajar en estos tiempos en que la humanidad está tan necesitada de individuos que se interesen en empujar un desarrollo espiritual, con mayor ímpetu que el desarrollo económico. En segundo lugar: a “mí misma”, por querer bajar a este planeta para seguir con mi crecimiento espiritual, y el de tanta gente como los que vaya pudiendo contactar. En tercer lugar: a “mis padres” inmigrantes rusos, que vinieron después de la primer guerra mundial. Ambos muy honestos, sufridos y trabajadores, se ocuparon de que sus cinco hijos, llegáramos a ser profesionales exitosos. En cuarto lugar: Vuelvo a agradecer a la Vida la increíble sincronía, de que yo, recién recibida de arquitecta, me presente a un concurso nacional, lo gane, y tuviera que salir de Córdoba, también por primera vez, y viajar a Bariloche, pues allí se construiría el gran hotel, premio del concurso. Y la increíble sincronía fue que conocí al que sería mi marido, a los tres meses estábamos casados y vivimos muy felices durante cuarenta y cinco años. ¡Gracias Carlos porque aún sigues estando acá conmigo! En quinto lugar: Agradezco ese tremendo dolor de ciática, (que me obligó a viajar acostada en el avión) y que me permitió conocer al Dr. Murata, a la homeopatía, que ya no tuvieran que operarme de la columna, pero especialmente porque este médico resultó ser, no solo un sanador de cuerpos, sino también de almas.

Un día, un vecino del barrio me comenta que ese Dr. Murata, tiene casa a unas pocas  cuadras hacia arriba, y a la que viene de vacaciones todo el mes de enero y los quince días de las vacaciones de sus hijos, en julio. Que podría reconocer fácilmente la casa, porque tiene en el jardín, una gran piedra blanca, escrita en japonés. Como la curiosidad me picó, decidí ir a ver la casa. La reconocí enseguida, esa piedra era única. Pero a la que no reconocí fue a mí misma, a esa mujer que traspasó la verja que da a la calle, y se encontró ante la puerta de entrada, golpeando en ella. Era enero, y quien respondió a la llamada fue el Dr. que con una sonrisa de bienvenida, me dijo: “Pase señora, ¿Cómo anda Usted?” – Quedamos conversando un buen rato, yo tenía muchas preguntas para hacer, y él me las contestaba muy complacido. Aprendí cómo curaba la homeopatía, que en nuestro corazón todos tenemos una especie de brújula que siempre está marcando la dirección correcta, pero que la mayoría no escucha. Que se ve que yo había empezado a escucharla, y que si tenía amigos o conocidos, que también tengan activados sus corazones, a él le interesaría formar un grupo de autoconocimiento. O sea que el sexto lugar de agradecimientos, le corresponde al Dr. Murata, por habernos introducido a tanta gente amiga a la búsqueda de ese silencio interior, del “Recuerdo de sí”, como lo llamábamos en el “Cuarto camino”, la línea de Gurdief, en la que permanecimos muchos años tratando de saber y cumplir, cuál era la misión de los seres humanos acá en este planeta… Lamentablemente el Dr. falleció a los sesenta años en un accidente de tránsito, y todos lo lloramos como lloraríamos al perder a nuestro padre. Tratamos de mantener el grupo activo, pero fue muriendo poco a poco… y me aparté cuando mi marido enfermó, y estuve a su lado hasta que llegó su última respiración. El séptimo lugar es nuevamente para la Vida, por haberme permitido estar a su lado y verlo morir con tanta paz y entrega, con tanta consciencia de ese momento, como para saber que esa es la muerte que yo quisiera tener. En mi cama, rodeada de mis hijos y amigos muy queridos. El octavo lugar es para el “Arte de Vivir”, y su Gurú: Sri Sri Raví Shankar. al que llego muy poco tiempo después de la muerte de mi marido a través de un folleto que me acerca una amiga diciéndome: “Se va a hacer el segundo curso en Bariloche, yo hice el primero y te aseguro que te hará muy bien para pasar este trance sin tanto dolor. Lo hice pues el nombre me atrajo, y al año, aproximadamente, ya era instructora. Eso fue hace unos veinte años, y aún sigo con las prácticas que allí aprendí.  En noveno lugar: Agradezco la tan linda relación que podemos mantener con mis dos hermanos varones, (los que aún estamos vivos) y a pesar de vivir en tres provincias distantes. Esto es gracias a la cibernética, que para algunas cosas es  buena… y debo tener más agradecimientos que por ahora no recuerdo..