Ahora quiero descargarme de lo que me está pasando con una amiga muy querida, que por esas circunstancias de la vida, que nos mueven a todos y nos cambia de trabajo y del lugar donde estamos parados, decidió venir a pasar unos días conmigo, acá a la chacra, buscando tranquilidad.

Ella es una “organizadora nata”, y yo soy otra, eso es lo que nos gusta hacer: ayudar a otros a estar mejor, organizándoles sus vidas. Como eso nos sintoniza,  posiblemente es la causa de que seamos amigas. Pero noto que me estoy sintiendo molesta porque siento que se está metiendo a organizar mi vida y la de mis empleados. Y habla y habla todo el tiempo repitiéndose mucho, y a mí el ruido constante de voces me termina cansando y molestando pues necesito y estoy acostumbrada a más silencio a mi lado.

Estuve en un gran dilema viendo cómo podría yo expresarle todo esto sin que ella se ofendiera o estresara. Sabía que tenía que mantener una vibración de amor, escucharla cuando hablemos y seleccionar muy bien las palabras a utilizar. ¿Pero sería capaz de hacerlo? Querría  al menos intentarlo. No hacer como que no pasó nada, pues eso no sería estar trabajándome interiormente. Sé que me ayudaría entrar en contacto con la naturaleza y con lo que dice mi propio cuerpo.

Conozco que también yo tengo mis propias rarezas y no es muy simple convivir conmigo. Hoy cuando volvíamos desde la casa grande hacia la Volada, vi muy claro lo que vería cualquier otro observador externo. Éramos tres mujeres yendo por el camino, bajando en la misma dirección . Veo que yo empiezo a bajar primero pues soy la que más demoro, mi empleada se me adelanta ágilmente diciéndome, voy a terminar lo que estaba haciendo, y enseguida también me pasa mi amiga que se disculpa de no ir a mi ritmo pues necesita abrigarse un poco más. Allí es donde me doy cuenta de la molestia de la que anteriormente hablara; y pienso que sería muy bueno que al llegar a mi casita me ponga a escribir sobre esto que siento. Mi amiga vuelve a subir enseguida pues quiere cosechar algo antes de partir.

En el momento que estaba escribiendo este último punto llega ella a almorzar y siento que esa es una sincronía, “que El Cielo está trabajado para mí”. Y como ella me pregunta que estaba escribiendo, siento que se me abre una puerta más, que se expande la sincronía. Le explico que siempre escribo sobre alguna vivencia y que estaba justamente escribiendo sobre nuestra relación, lo que yo siento al respecto y que me gustaría que después que almorcemos o después que ella baje al río, lea lo que escribí.

Ella decidió leerlo luego de almorzar, y su expresión, su actitud toda cambió completamente. Estaba muy seria, muy callada, hasta me pareció enojada, y realmente me asusté, había pasado lo que tanto temía y no quería que pasara. Le pedí que hablemos y me respondió: – “Si, cuando quieras, ahora bajo al río pues tengo el plan de irme a las cuatro de  la  tarde”. Yo me fui a dormir la siesta, en realidad las dos queríamos digerir el encontronazo que habíamos tenido.

Llegó el momento de hablar y nos sentamos afuera al aire libre pues el estar rodeadas de árboles seguramente nos ayudaría. Y sí, creo que eso nos ayudó y también el hecho de que parece que además las dos no queríamos separarnos sintiendo esa distancia. Fue una charla difícil, muy difícil, de más de una hora que terminó en un largo y duradero abrazo, con dos caras sonrientes y felices y promesas de nuevos reencuentros.