Lunes 8 y martes 9 de marzo, 2021, resultaron dos días de consultas y trámites agotadores para mí pero muy fructíferos. Quedé cansada y contenta a la vez.

El martes 9, había puesto el despertador 6,30 hs. y sin perder ni un minuto comencé con toda mi rutina mañanera, pues Andrés vendría a buscarme a las 8 hs. Pude cumplir con casi todo pero para hoy a la tarde, que sigue siendo martes 9, me quedaron las siete vueltas de caminata y algo más que en este momento no lo recuerdo.

Lo primero que hicimos es ir al Banco para que yo gestionara una clave nueva de Afip. Por suerte había poca cola y eso anduvo bastante rápido y bien. Como salimos antes del horario en que abriría el consultorio el dentista que había conocido el día anterior, fui a conseguir algunas verduras que necesitaba, pero conseguí poca cosa.

Llegué puntual al dentista, quien ya me había causado muy buena impresión, y hoy esa impresión se duplicó, pues habíamos acordado que yo iría a mostrarle los implantes que se me habían caído, y que guardé solo por algo sentimental, sin pensar nunca que él podría usarlos.

Él me explicó que si lo que solo le interesara fuera lucrar conmigo, él haría todo nuevo, pero que él acostumbraba a estudiar muy bien lo que había aprovechable, y que de todo lo que veía en mi boca, aprovecharía las dos prótesis acrílicas que estaban buenas, que no se veían ni gastadas, que las rebasaría adaptándolas a lo que es mi boca actualmente y de lo que hoy le llevé aprovecharía solo un diente, que lo cortaría, lo cementaría muy bien a la prótesis, sacaría esos dos ganchos metálicos que ya no necesitaría, y  que lo otro me lo podía llevar para el recuerdo. Me dio turno para este jueves  a las 9 hs. para hacerme los moldes que mandaría al protesista y que aceleraría todo este trámite, para que yo volviera a poder masticar.

Luego fuimos al consultorio del doctor que consulté ayer, para dejarle un mensaje a la secretaria, (de una receta que me había olvidado de pedir y que el jueves pasaría a buscar), porque él trabaja privadamente sólo por las  tardes. Ayer el Dr. me explicó muy bien cada pregunta que le hice. Respecto a la consulta de la conveniencia o no de usar audífonos me dijo que para contestar eso él tendría que ver una reciente audiometría, y la opinión de un fonoaudiólogo. Le conté que había hecho todo eso hace aproximadamente un año y medio y que el fonoaudiólogo me explico que para mí no habría audífono que me mejore la audición, que eso depende de las frecuencias que cada uno tenga afectadas. Pero que hay personas que tienen  afectada solo una frecuencia, o dos, y que allí un audífono le soluciona fácilmente su audición. Que tendré que pedir que me repitan lo que no entendí bien. Que cada caso es totalmente individual y no podemos hacer comparaciones.

De allí nos fuimos al DIM, lugar donde hacen radiografías y estudios por imágenes sólo para averiguar y que me dieran turnos, y me sentí mal atendida, la encargada parecía enojada, como que me ladraba en vez de hablarme. Agradecí la información, y salí con la intención de buscar otro lugar donde pudiera hacer mis imágenes de hombro y las diez secesiones de kinesiología que el doctor me recetara.

Y recién, que tuve la visita de Moni y Oscar, ya tengo la dirección de un buen kinesiólogo y osteópata a la vez, que sabrá qué hacer con mi brazo y dónde puedo hacerme la ecografía. Así que ahora cumpliré con mi caminata que no pude hacer a la mañana.

Ya cumplí con mi caminata diaria con los descansos después de cada vuelta, (que son de apenas unos dos minutos), lo que en total me lleva unos 35 minutos, y puedo ahora continuar narrando nuevamente mi odisea de ayer y de hoy.

De allí nos fuimos a la Clínica la Merced, donde me atienden por Pami, hasta dos consultas mensuales, y allí me hicieron las dos radiografías que el doctor pedía, sin tener que pagar ni un peso, y que podré retirar informadas para el sábado a la mañana. Lástima que allí no tengan el aparato necesario para la ecografía. Me falta averiguar dónde puedo hacerla, en última instancia pediré turno en el DIM.

Pasamos por La Fuente, lugar donde imprimen lo que uno les mande en un pen-drive, y nuevamente me sentí tan bien atendida como generalmente siento que la gente me atiende, así como yo pienso que tiene que ser y lo intento hacer.

De allí nos fuimos al Tac Patagónico, y me parece que allí me dijeron que tampoco hacen ecografías y no estoy segura de eso pues ya mi cabeza no registraba más nada.

Hicimos aún tres cortas paradas más que Andrés necesitó hacer: de comida para sus chanchos, remedio para un lechoncito enfermo, y comida para sus gallinas, pero allí yo no tenía que ni bajar del coche, solo trataba de relajar mi cabeza y de descansar.

Al llegar a casa calenté mi comida que ya tenía preparada, almorcé, me dormí una buena siesta y ya más despejada mi cabeza, me puse a escribir todo esto. Y aquí ahora, colorín- colorado, este cuento lo doy por terminado.