Otros dos términos opuestos como los de la entrada anterior. Controlo a mi dependiente cuando me siento que yo soy la que sé, que tengo una autoridad sobre él, que tengo que ser respetada, etc. etc. Pero no soy consciente que es una relación de dos seres humanos en igualdad de condiciones. Puedo pedir, puedo sugerir, y sobre todo, es muy importante que lo sienta y lo escuche. El control pertenece al reino del “ego”.

Cuando me entrego hay algo que se suelta. Pues el ego siempre tiene miedo, y al miedo solo lo puedo eliminar con una firme decisión. Entonces  allí, suelto todo control y me sobreviene una gran “paz”. Esa increíble paz es de adentro, es la “entrega”. He dejado de controlar. Me doy cuenta que todas mis experiencias son efímeras y que lo verdadero lo tengo que buscar adentro.

Comprendo que puedo seguir teniendo todas las experiencias que desee tener, pero que el mundo no puede darme nada que sea duradero, no estoy deseando que otra persona me de la felicidad que busco. Dejo ser a los otros tal como son, ya no los quiero perfectos. Así puedo cumplir con mi propósito al bajar a este planeta. Dejo que  la Vida me presente los  hechos que necesito vivir para seguir creciendo como el Alma que en esencia soy.

Hoy, domingo, el Universo, ha decidido que yo tenga un día totalmente diferente. Y así como fueron llegando los cambios los fui aceptando y acomodándome a lo que se me presentaba. Tenía pensado invitar a mi ayudante, no bien viniera a traerme más leña, a almorzar conmigo, y justo estaba por empezar a preparar una comida especial, (que le gustara a él)  cuando llega la vecina, la que me presta la señal telefónica, para ver por qué mi celular no agarra su señal y mi computadora sí.

Dejo lo que estaba por hacer, para acompañarla hasta La Casa de Todos, cuando justo llega mi empleado con la leña. Él me dice que no puede aceptarme la invitación pues tiene a sus padres en “El Hoyo”, (a 15 Km. de “El Bolsón”) y que no bien termine de traerme la  leña, ya les avisó que  se irá a comer con ellos. Me asombro por las coincidencias de los tiempos. El TE no se pudo conectar, pero mi vecina y amiga me cuenta que están haciendo un curanto y que a la tarde como a las 5 o las 6,  cuando ya esté casi listo me  invita a que comparta con ellos ese raro te-cena.

Yo acepté gustosa y muy agradecida, pues el “curanto” es todo un ritual de preparar comida cavando un pozo en la tierra. Ellos lo hacían celebrando la belleza de este otoño que pronto daría paso a la entrada del invierno, y yo había participado en toda mi vida, en uno solo, hacía unos treinta y cinco años. Éramos esta vez, en total ocho personas, de las cuales yo conocía solo a tres y fui tan atendida por todos que llegué a sentirme el centro de la fiesta, y no sólo por haber sido la  única persona mayor.

Pude ver cómo se siente una persona cuando es así tan atendida. Estuve hasta más conversadora, hacía chistes, todos reíamos. Aprendí a valorar y disfrutar el momento presente. La condición es “dejar de juzgar” pues nuestros juicios son la pura expresión de experiencias pasadas. Allí no hay nada nuevo, no hay creatividad. Necesito cambiar la mirada que enjuicia por una mirada curiosa: ¿qué lo habrá llevado a hacerlo así, o a decir eso?