Mi ayudante, Andrés, y yo suponemos que una hiedra nos causó el desastre de la cloaca de mi casita, “La Volada”. Sí, ya sé que dijo Miguel Ruiz que no es bueno “Suponer” pero tampoco podemos asegurar algo de lo que no estamos seguros. Andrés sacó un palo de aproximadamente un metro o más de largo cubierto de un gran manojo de raicillas menores, sobre todo en el extremo más lejano desde donde él tironeaba. Con eso consiguió que el agua que él echaba  comenzara a correr, eso, yo sí me atrevo a atestiguar.

Me fui a mirar afuera para definir de quien podían ser esas raíces que habían conseguido meterse adentro, obstruyendo mi cloaca y causando semejante desastre. Me encontré con una larguísima hiedra, que trepaba hacia arriba, buscando más y mejor alimento, o sea la luz del sol, pues ya tenía como tres metros de largo, creciendo bajo el alero, con poca agua pues tuvimos un verano muy seco y poca buena luz, pues sólo la recibía en el último horario de la tarde. Esta hiedra hambrienta de agua  y luz solar tenía un solo tallo central aproximadamente del  mismo grosor del que Andrés tironeó y cortó adentro. Ahí decidí arrancar todas las hiedras que había en ese sector, donde no fueron plantadas, sino que se sembraron solas.

Es increíble pero cierto pues de lo que yo vi con mis propios ojos, aunque  tengan su visión reducida por tantos años de uso queriendo ver  más a lo profundo y entender más y más a fondo lo que hacemos los humanos acá en este planeta, eso sí, mis queridos amigos que me leen decidí contárselos, pues necesito compartirlo con muchos aún cuando no los conozca. Lo compartí con mis amigos que tengo cerca ya que familiares no tengo ninguno. Justo los siete que me visitaron este domingo, viniendo desde Roca al Bolsón para que yo pudiera jugar con mi biznieta de un añito de vida, fueron los que me avisaron que un poco de agua estaba saliendo por la rejilla del baño. Recién después comprendí que no era por demasiado uso y papel, la obstrucción ya estaba generándose desde mucho tiempo atrás.

La otra cosa increíble que pasó justamente ayer fue la rotura de un puente y la caída de un caballo a un precipicio de unos diez metros por lo menos de profundidad sin que el caballo se muera ni reciba daños mayores. Estaba parado en medio de una gran maleza cuando Andrés lo encontró. Hoy hace sólo un rato,  transportada en un cuatri-ciclo pude ver el hueco por dónde el caballo cayó, el agua que se deslizaba desde las alturas había acumulado barro que amortiguó la caída del animal y se ve que desde allí se deslizó Hacia mucho más abajo donde Andrés lo descubrió y le abrió un largo  sendero por donde el caballo pudiera salir. Yo agradecí al “Altísimo” por esta “Gracia” no sólo por la vida del caballo sino por la tranquilidad de todos nosotros. ¡Cuánta preocupación y dolores de cabeza se nos evitaba al no estar quebrado este ya viejo caballo nuestro!

Seguramente querrás saber cómo nos enteramos todos que algo pasaba con uno de los caballos. Solo tenemos dos caballos y el otro, el que llamamos “Foyel” no dejaba de relinchar llamando y caminando mientras buscaba a su compañero. Me emocionaba verlo moverse de un lado a otro, olfateando el suelo y llamando a su compinche, los relinchos tenían diferentes tonalidades. ¿Qué le estaría diciendo? ¿Los caballos se contarán cosas entre ellos como hacemos los humanos? Los continuos relinchos nos alertaron de que había un caballo perdido y por eso Andrés salió a buscarlo.