La mayor parte de la humanidad vive con miedo a morir, sin la menor idea de quienes somos, a dónde vamos, ni para qué estamos acá. Creemos ser este cuerpo limitado. Nos pasamos la vida buscando cómo salir de tanta confusión, y a esa constante búsqueda la llamamos “espiritualidad”. Son en realidad quehaceres del ego, del mismo ego que busca más de todo: más amor, más dinero, más control.

Siempre que busques alcanzar algo más, puedes estar seguro que es el ego el que tiene el control. El ego tenderá siempre a repetir una y otras veces el camino que ya probó una vez. Busca lo más mecánico, automático, práctico y fácil. Busca el “confort”, no busca lo mejor para el organismo, ni para tu crecimiento como persona. No considera tampoco, que las circunstancias son diferentes cada vez.

La sociedad es quien nos dice quiénes somos nosotros, nos define, pero además también somos esclavos del Inconsciente Colectivo, ese campo electromagnético de anhelos y aversiones biológicas, que gobierna nuestras elecciones. Podemos llamarla “La Matrix”. Este cableado arcaico junto a los temores existenciales primarios son los que conducen la máquina.

Conductas enfermizas en nuestras relaciones, trabajos, creencias y forma de vida, provienen de patrones de apego al placer y de evitación del dolor. Vivimos vidas de gran sufrimiento, sometidos, sin que se nos ocurra que podemos vivir en libertad. Hay otra luminosa vida que espera poder salir de nuestro interior. Cuando pequeños no estamos dominados por nuestro pasado. Al crecer vamos armando nuestra personalidad, y nos identificamos con esa máscara que usamos sobre la consciencia, y así nos transformamos en meros actores en el teatro de la vida. Cuando no nos identificamos, no creemos ser “la máscara”, y tampoco tenemos que renunciar a jugar nuestro papel, pero la consciencia puede brillar a través del personaje.

Maya, (la ilusión), es vivir identificados con el personaje interpretado. El mundo del pensamiento es el único mundo que el ego conoce, y no está dispuesto a soltar lo conocido. Hay otro mundo más allá de la mente dualista; ¿qué estás dispuesto a pagar para descubrir la verdad de quién eres? Al estar identificado con el yo ilusorio, estás dormido, estás en prisión y no eres consciente de que estás entrampado, la prisión también es una ilusión a la que llamamos “yo”. Cuando ya te das cuenta de tu situación, peleas para salir de la cárcel, y tu ensueño se convierte en pesadilla. No puedes aún ser libre, pues donde quieras que vayas, tu prisión va con vos.

Descartes, dijo: “Pienso, luego existo” y con ello marcó la identificación total con la mente, (al equiparar el ser fundamental con el pensar) y la caída de la civilización en la que estamos. También afirmó que uno puede dudar de toda enseñanza, de lo que piensa y del contenido de los sentidos, pero esto no es por lo que se lo recuerda. Sin embargo nosotros seguimos queriendo encontrar afuera los culpables por el estado caótico del mundo en que vivimos y por nuestra propia infelicidad.

Funcionamos como una máquina compuesta de muchos pequeños sub-programas donde cada uno anhela otra cosa: comida, dinero, fama, estatus, etc. Otros quieren más intimidad, más amor, más conciencia, más atención de los demás…  Los deseos son infinitos y nunca quedamos satisfechos. Nuestro tiempo y energía lo usamos para decorar nuestras prisiones, para mejorar nuestras máscaras y alimentar a los pequeños jefes haciéndolos más poderosos. Como drogadictos, mientras más intentamos satisfacerlos, más terminamos anhelando.

El camino hacia la libertad no es satisfacer los planes del yo. Es la completa caída de los planes del yo. Despertar tu verdadera naturaleza, no es perder individualidad, ni la capacidad de disfrutar la vida. Solo cuando es tu alma la que se expresa, y has superado al yo condicionado, eres tú mismo y disfrutas en plenitud. Dormidos como estamos, la mayoría nunca descubre lo que su alma quiere expresar. Creemos saber cómo el mundo exterior tiene que cambiar, pero eso no depende de nosotros sino de una Voluntad Superior.

Sería como querer cambiar la imagen de un espejo manipulando el reflejo, es imposible. Para que la imagen del espejo te sonría obviamente tendrás que sonreír, dándote cuenta que tú eres la auténtica fuente del reflejo. Cuando ya te has dado cuenta del “auténtico ser” allí recién te podrás dar cuenta que nada en el exterior necesita ser cambiado.

Lo que cambia es la energía interior (prana) que al liberarse de los patrones condicionados, se hace disponible para ser dirigida por el alma. Podrás tomar consciencia del propósito del alma cuando ya seas capaz de ver al yo condicionado y sus interminables búsquedas y puedas dejarlas ir. Los humanos trabajamos sin descanso construyendo un mañana que nunca llegará pues todos moriremos. Al darnos cuenta de esta verdad, o nos volvemos locos, o despertamos y somos libres. ¿Qué es lo que tiene que cambiar para que seamos libres? Ha de terminar la resistencia interna a todos los fenómenos cambiantes.

Trabajos para reconocer al propio ego.

“Auto evaluación” de nuestros comportamientos: hemos de  preguntarnos: ¿Qué estamos haciendo? Pelear por la paz es como gritar para lograr el silencio, solo crea más de lo que no se desea. Hoy en día hay guerras contra todo: contra el terrorismo, contra la enfermedad, el hambre, contra nosotros mismos. Es un engaño colectivo, nos mentimos a nosotros mismos, decimos que defendemos los derechos humanos y compramos productos fabricados en talleres de explotación, queremos curarnos del cáncer pero no cambiamos nuestros hábitos auto-destructivos, promovemos una vida mejor pero no queremos ver nuestras partes ocultas que toleran el sufrimiento y la muerte, queremos cambios pero no cambiamos la forma como operamos en este planeta.

Preguntémonos: ¿Por qué será que todo lo que combatimos, (terrorismo, hambre, cáncer, etc.) sigue aumentando, en vez de disminuir? Lo que nos pasa es que la mente humana tiene un rol y un propósito que no entendemos. No entendemos la herramienta que estamos utilizando. Es en el mundo interior donde debemos realizar una verdadera revolución. La crisis en que vivimos se origina en nuestra forma de pensar, de sentir y de experimentar la vida. Ya no somos capaces de reconocer y experimentar la sabiduría de muchas culturas antiguas. Ya no podemos sentir la profundidad y el verdadero significado y luminosidad de la vida, ni alcanzar niveles diferentes de conciencia, ahora casi perdidos para la humanidad. Nunca antes hemos tenido acceso a tanto conocimiento, y nunca hemos estado más limitados e ignorantes de quienes somos, y seguimos sin entender cómo creamos el sufrimiento.

Atención enfocada a descubrir: cada vez que emito un juicio, cada vez que etiqueto algo como bueno o malo, o creo preferencias en mi mente, a favor de mi propio interés. ¡Tenemos que reconocer esta verdad!, que es este ego el que crea la dualidad, la división entre el yo y el otro, lo mío y lo suyo, el hombre y la naturaleza, el interior y lo exterior. El ego es violencia, inventa barreras, un límite del otro para sentir que “es”. Sin ego no habría guerra contra nada. No habría arrogancia ni atropellos a nuestra propia naturaleza para crear beneficios.

Observación dentro de los grupos de pertenencia. La crisis externa en nuestro mundo, refleja una grave crisis interna, al no saber quiénes somos, al identificarnos con nuestros egos y estar consumidos por los miedos, separados de nuestra verdadera naturaleza. Observemos como la pertenencia al grupo refuerza la identidad egoica. Cada grupo reclama su perspectiva como verdadera y correcta, tal como lo hacemos individualmente y así es como grupos o individuos se definen contra otros.

Comprobación de que lo que llamamos «Realidad», es una percepción individual. Que es posible que ante los mismos fenómenos externos diferentes personas experimenten reacciones emocionales y pensamientos opuestos, así como el cielo y el infierno son dos dimensiones extremas que ocupan el mismo mundo. Un evento que resulta apocalíptico para una persona, puede ser visto como una bendición por otra. 

Descubre al ego, mente y sentidos sintiéndose “maestros”. Cuando la mente y los sentidos se vuelven maestros crean sufrimiento, anhelos y aversiones interminables, encerrándonos en el diabólico círculo del pensar. Si le dices a un niño que eso que come es una manzana, nunca volverá a ver y a descubrir el sabor de una manzana, solo le aparecerá su nombre, un pensamiento. Recién cuando puedas soltar todas las etiquetas, todos los juicios, podrás ver las cosas tal cual son. El Vedanta dice: “La mente es buena sirviente pero mala maestra”.

Para poder despertar necesitas aceptar que estás dormido. Examina tu vida con honestidad: y escribe tus respuestas en un cuaderno. ¿Eres capaz de detener tus patrones repetitivos cuando quieres?; ¿Puedes dejar de buscar placer y de evitar el dolor?; ¿Eres adicto a pasatiempos, a ciertas actividades, o alimentos ?; ¿Estás constantemente juzgando, culpando y criticando a ti mismo y a los demás?; ¿Tu mente busca constantemente estímulos o está satisfecha  estando en silencio?; ¿Reaccionas ante lo que otros piensan de ti?; ¿estás buscando aprobación o refuerzo positivo?; ¿De alguna manera saboteas o pospones las situaciones conflictivas que se te presentan en tu vida?; ¿Puedes ver tu naturaleza robótica, tu tendencia a repetir los mismos patrones familiares por años y años?, y ¿Puedes ver esos cambiantes ciclos de ansia y aversión que te mantienen haciendo, consumiendo, y persiguiendo cosas, alejado de tu verdadero florecimiento evolutivo que es tu derecho de nacimiento?

Será necesario que traspases todo eso para poder cambiar tu propia vida. Cuando cambias tu vida interior, ya has de estar listo para también cambiar tu vida externa. De tu vieja identidad y estructura debe surgir un nuevo crecimiento. Para despertar debemos darnos cuenta que estamos identificados con nuestra mente, con la “máscara”. Algo dentro de uno debe actuar de despertador. Es esa parte que es eterna, que siempre ha sabido la verdad.

La verdad de quien eres está enterrada en lo más profundo de tu ser. Krishnamurti dijo: “No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”. La identificación con la mente egoica es la enfermedad, y «Despertar» es la cura. La historia humana cuenta con muchas mentes que señalaron niveles de pensamiento más allá de la estructura limitada egoica. Einstein dijo: “El verdadero valor del ser humano está determinado por la medida y el sentido en que ha logrado la liberación del yo”. El pensamiento es una hermosa herramienta cuando la mente está al servicio del corazón.