Hagamos ahora un viaje hacia lo profundo de cada uno de nosotros. Allí se encuentra nuestra sombra, con la máscara del ego, pero allí también está nuestra luz, la esencia, lo más puro que tenemos. En el centro de la geoda, ya no hay pensamientos, solo el inconsciente, que es una experiencia directa con la realidad. Lo primero que encontramos allí es la “sombra”, esos aspectos nuestros que tenemos la idea que si los mostramos no seremos aceptados. Esa sombra, como no la aceptamos, la proyectamos en los demás y la rechazamos, cuando en realidad los demás están actuando como espejos nuestros.

Tan prisionero es aquél que está detrás de unas rejas, como aquél que es prisionero de su odio. Nelson Mandela decidió trabajar interiormente para poder amar a sus carceleros, conseguir la reconciliación. Estamos tan en nuestra cáscara, con todo el ruido de los pensamientos, que no tenemos ni idea de la grandeza que hay en cada uno de nosotros.

El ego es una ola que se ve diferente, separada del resto de las olas, no ve a las otras olas como de su misma naturaleza, el ego es la creencia de una enorme separación de los demás. De allí nace el egoísmo, el ensimismamiento y el auto-centrarse.

Cuando somos niños cualquier experiencia que aumente nuestro sentirnos aislados, solos, no queridos, se va acumulando en una región de nuestro cerebro, y constituirá el núcleo de cómo nos sentiremos muchas veces más adelante. Si ese núcleo se activa porque nadie me dirigió la palabra dentro del grupo, probablemente salte con esa violencia que tenemos todos muy escondida. Detrás de todo acto de agresividad hay una persona que tiene miedo, que sufre. Allí las áreas más inteligentes de nuestro cerebro se desconectan. No tenemos ninguna claridad para pensar.

Los 7 pasos del budismo para liberarnos de esa desconexión: 1) – No te sientas ofendido. 2) – Libérate de la necesidad de ganar, 3) – de sentirte superior, 4)- de tener siempre razón, 5) – de tener más y más, 6) – de identificarte siempre con tus logros, y 7) – sé amable y comprende que cada persona con la que te cruzas está librando su ardua batalla igual que nosotros.

Lo opuesto al amor no es el odio, es el miedo. Introduzcamos en nuestra vida la compasión, la amabilidad, la sonrisa, la gratitud, el ejercicio físico, y un comer para sentirnos mucho mejor, un comer consciente, pues todo está conectado: lo emocional, lo mental con lo profundo o espiritual.

Mente sana en un cuerpo sano decían los griegos hace 2.500 años. Ahora nosotros decimos: “Mantengamos nuestro equilibrio”. Hoy día el sedentarismo es causa directa de enfermedad. La falta de honestidad, también.

Decir lo que no se piensa o pensar lo que no se dice, implica un deterioro en el organismo. Estemos muy atentos a nuestro inconsciente. Todo está conectado así como el dorso con la palma, son dos realidades diferentes pero van siempre juntas. Acá hablamos de hacer aflorar la verdadera cualidad del ser: poder ver a las otras personas como existentes a nuestro lado.

Muchas veces, en lugar de vivir plenamente vivimos vidas de callada desesperación. No nos animamos a ser, a vivir, es más cómodo el creer que así controlo todo. Necesitamos abrirnos a que cada uno tiene dentro suyo algo de excepcional grandeza. Preferimos el mal conocido que el posible bien por conocer. La grandeza es vivir de acuerdo a quien eres, es hacer eso que viniste destinado a hacer en esta vida.

Dejar de juzgar, porque nuestros juicios son la pura expresión de condicionamientos previos.

Observar con una mirada curiosa, (¿Qué le habrá levado a decirme eso?; que no es nada fácil, se trata de cambiar el chip) lo que me permitirá ver lo que enjuiciando no vería.

No ir a buscar los resultados, sino aprender a valorar lo que estamos haciendo en el momento en que lo estamos haciendo.

Quien está disfrutando del momento presente irradia alegría. No está pensando ni en el pasado, ni en el futuro. Está totalmente aquí- ahora. Inevitablemente todo sale mucho mejor, pero él no piensa en los resultados.

Todo ser humano necesita estas dos cosas: que se le entienda, que se sienta realmente no sólo escuchado sino comprendido por el otro, y que se le quiera. La fuerza transformadora del amor es poder ver que esa otra persona tiene angustias, quiere ser feliz, no sabe cómo salir de este atolladero, igual como me pasa a mí y a todos los humanos.

Has dejado de ver sólo etiquetas en los otros, ves su humanidad, y ese otro se siente mirado diferente, y en su cerebro pasan cosas. Vivir en un mundo así es posible, ese no es un mundo ilusorio, pero eso sí, pide de todos nosotros una transformación radical.