Sí, ayudada de una extraña manera, también me escucho decir que “Mi Alma” sabe muy bien lo que necesito, aunque a mi “yo pequeño” eso que mi alma me regala le disguste. Ejemplo para que se entienda mejor: Ya es hora de almorzar, el cuerpo me avisa y el reloj también pero estoy escribiendo y la escritura me tiene atrapada.

También puedo decir que es “mi ego” el que se ha apoderado de mí, y ese ser que soy yo ha dejado de ser  “yo misma”. Me doy cuenta de lo que está pasando, pero intento hacer algún acuerdo para escribir un poco más. Y acá mientras escribo me sonrío. En realidad me río de mí misma.

¿Y con quien estoy haciendo el acuerdo? Veo que pretendo que sea  con “mi Alma” pues le digo: “en un ratito dejo y almuerzo”, y en otros momentos prometo algo: “en una hora paro y me muevo un poco…” Pero no soy Yo, Diana, la que está intentando hacer el acuerdo, es el ego de Diana, y el Alma no hace tratos ni escucha al ego.

Caliento mi comida y mientras como me voy dando cuenta que estoy hambrienta pero también noto como que hay un apuro, un deseo por terminar de comer y seguir escribiendo, pero por suerte aparece “la Consciencia en mí” y una voz que me habla, voz que esta vez sí es la voz del Alma: – “Ahora viene dejar la cocina limpia y acostarte a dormir tu siestita…”  “Reconozco esa voz, es tranquila, apaciguadora, dulce”

Mientras me voy durmiendo “el Alma, o la Consciencia en mí”, me sigue hablando así: “Y cuando despierte voy a hacer los ejercicios que tengo que hacer acostada, con pies y rodillas, y después disfrutaré de ese rato de remoloneo que me gusta hacer, pues no hay nada apurado para tener que levantarme enseguida, y cuando ya lo desee me levantaré dejaré el dormitorio ordenado, y al ir a la sala haré los ejercicios de la silla, me daré una vueltita por afuera, entraré la ropa tendida y veré como está el clima…

Ahora, como ya pasó la hora de escribir,  dejo y me moveré un poco. Y ya me he movido durante una media hora, más o menos. Afuera estaba muy caluroso pero necesitaba un poco de aire libre y sol así que caminé por la terraza ese rato. Puse el despertador para que dentro de otra hora me avise y antes de sentarme a escribir decidí, regalarme otra vez los ejercicios de la silla pues me descansan, me relajan y mi cuerpo ya me estaba pidiendo eso.

Pero me pregunto a mí misma: ¿quién decidió?, en realidad es la voz del Alma, una voz consciente que ya reconozco, una voz  que en general consigue ser escuchada y atendida y que habla a través de la voz del cuerpo. “Esa voz del cuerpo” la siento como una necesidad. Como me pasa cada vez que voy al baño o cuando tengo que suspender la caminata y sentarme unos minutos a descansar, para lo cual mi ayudante me puso algunos troncos-asiento a lo largo de todo el recorrido. Acá los dejo mis queridos amigos que me leen, y me quedo muy agradecida con mi Alma.