Algunos quizás se digan: “Respirar, respiro todo el tiempo, pero ¿Qué es eso de ¡PARAR! y así con mayúsculas y entre signos de admiración?” Ese PARO que me propongo hacer yo misma, y tan seguido como lo recuerde y pueda hacerlo es retraer mis sentidos de todas las llamadas y tentaciones externas y volcar esa atención hacia adentro.

Pero ¡cuidado!, dentro de mí hay diferentes voces que puedo escuchar. Hay una ruidosa voz mental que no para nunca, ni de noche, ni de día, que puede darme soluciones que me son útiles, pero esa es la voz que tengo que parar, que dejar de escuchar para así entrar en ese silencio profundo que me permite atender otra dulce voz que es la del “Alma”, o la voz de lo “Alto”.

Esa voz del Alma nos habla a todos, nos guía todo el tiempo, y es importantísimo aprender a reconocerla. Una vez que la descubres, ya no dudas de si será o no será. Y puede pasarte que entendiste el mensaje, que sabes que tienes que cambiar tu rumbo, pero no quieres hacerlo. Y la volverás a escuchar tantas veces como sea necesario hasta que hagas eso que es bueno para todo tu ambiente y que nos lo vienen diciendo todos los grandes maestros de todas las épocas.

Justamente en estos días leí algo de Bert Hellinger que dice así: – “La paz en la familia no es ni sencilla ni cómoda. El que ama la paz y la sirve, mira de frente la carga, la culpa y el dolor, da a todos los miembros de la familia un sitio en su Alma, aunque sean diferentes a como los demás desearían o creían que eran. Se enfrenta al reto y a la controversia que conlleva reconocer a los otros como iguales y amarles”.

En la última de sus frases está el gran secreto: -“reconocer a los otros como iguales y amarles”. Y eso es justamente lo que nos cuesta hacer, puesto que nuestra ruidosa mente juzga y culpa todo el tiempo. Yo ya distingo voces y sobre todo cuando aparece la perfeccionista en mí que juzga, culpa y se culpa a sí misma por hacer justamente eso: allí escucho una voz que me dice: “Estás culpando…”, y a veces es: “estás suponiendo…”, o “estás inventando…”

Quisiera poder vivir el momento presente sin juzgar lo que el otro hizo, o dijo, sino atendiendo lo que a mí me pasa con lo que él hizo o dijo… Cuando entra el juicio o culpo al otro, es que no me estimo así como soy, (autoestima baja) estoy buscando admiración, quiero que me aplaudan,  para eso critico a diestra y siniestra; pero probablemente esa persona actúa de espejo, me refleja eso que también hago, pero que no registro porque tampoco lo acepto en mí y no quiero verlo.  

De niña crecí sin la mirada de seguridad de mis padres, y al llegar a la adolescencia, eso se acentuó y cada vez buscaba más la aprobación en la mirada externa, sintiéndome insegura, vergonzosa, tímida, poco sociable, y dependiente. Muchas veces decía “Sí” cuando quería decir “No”, y eso me producía mucha tensión, resentimiento, ira, y miedo al rechazo, recién ahora estoy aprendiendo a poner límites y acordar con los otros qué es lo que quiero, busco o pido, y también a disfrutar de lo que hago, pues  cuando ya estoy físicamente cansada, empiezo a equivocarme, y comprendo que tengo que cambiar de actividad.

Educada por padres rígidos, poco expresivos del amor que tenían por sus hijos, a quienes querían  sacar perfectos, yo tengo bastante de perfeccionista y de rigidez. Pero ahora leyendo a Raví Shankar comprendo que lo karmático tiene mucho que ver con como seamos cada ser humano. Dice que nunca entenderemos porqué a unos los hace pobres y a otros ricos, a algunos débiles y a otros fuertes, que todas las guerras se deben al Karma; y que  comprender esto nos ayudará en el viaje hacia el Ser.

Justamente ayer tuve una vivencia que me hizo salir aunque sea un poco de mi estructura auto-impuesta. En charla con un amigo muy querido me cuenta algo muy gracioso de otra persona que ya nació con deficiencias y que me deja pensando en esto del Karma. Me encontré sonriendo al recordarlo y en lo sincrónico del hecho que justo leyera esto del Karma. Creo que “Sincrónico” y “Karmático” son sinónimos.