Una amiga me dice: “Diana, usas mucho la palabra sincronías, ¿A qué llamas sincronía vos?” – Allí se me despertó la idea de investigar en mí y después escribir sobre el tema.

Empezaré copiando textualmente lo que dice la ciencia actual al respecto: “Hay un mundo dentro del átomo que es muy diferente al mundo que nos rodea. Es un mundo extraño, misterioso, hipnotizante, único e irracional, que se extiende sobre el universo entero, en lo infinitamente pequeño, conformando todo lo que existe. Dentro de cada uno de esos átomos hay diferentes elementos compuestos, a su vez, de pequeñísimas cuerdas que vibran. Esas cuerdas conforman el ladrillo básico de toda materia, porque el universo entero está constituido por esas fibras diminutas que no dejan de vibrar jamás en cada hoja de cada árbol; en el metal de un puñal; en el aliento de un animal que sueña; en el mar, (y en todas las fotografías, pinturas y dibujos del mar); en cada átomo de la madera de una silla; y en cada átomo de la persona que se sienta en ella; en sus ojos, en su cerebro, y en sus lágrimas. El viento está hecho de esas cuerdas de energía, y también la piel que lo percibe”. (parte de un escrito de Juan Pablo Domenech)

Según mi mirada todo lo que la vida nos presenta para resolver cada día viene ordenado desde lo Alto como necesario para nuestro crecimiento personal. A esto es a lo que yo llamo «Sincronías». Ocurre en mí pero también en todos los seres vivos del planeta y posiblemente de otros mundos también pues eso depende de la vibración que se está generando. Para sentir esta relación entre «lo Alto» y uno mismo necesitamos habernos interesado por lo que acá llamaremos «espiritualidades». Recordemos que las energías de vibración similar se atraen. Preguntémonos: ¿qué estoy vibrando en este momento?

En general tenemos mucho gasto energético para no sentir lo que o sea que estemos sintiendo. Los sentimientos son para sentirlos, para comprender algo nuestro, no para avergonzarnos o hacer alarde por ellos. Muchas veces nos evadimos de sentir porque podría dolernos, o porque no queremos salir de nuestra zona de confort, o sea por lo que llamamos «comodidad». 

Y me pregunto: ¿Qué busco yo en la vida? Ya no busco el tener más y más cosas, ni tampoco el aplauso de los otros, eso buscaba antes. Busco poder manifestarme, ser yo misma, hacer servicio, trasmitir amor. Criticar y juzgar a otros no ayuda a nadie, esa vibración es dañina para uno y para quienes nos rodean. Todo esto es “Trabajo interior”, tiene que ver con como uno es, piensa, siente, se comporta, percibe y habla.

Otra cosa que nos juega en contra es que quedamos atados a nuestras tendencias: pendientes de los resultados, (futuro) o enfocados en todos los desastres vividos que podrían volver a pasar, (pasado) con lo que nos perdemos el PRESENTE, único lugar donde puedo encontrar el disfrute. Meditar, orar, nos puede hacer recuperar esa confianza esencial en la vida, al llevarnos al presente.

Todos buscamos ser felices. Pero una cosa es satisfacer los sentidos, algo momentáneo, muy diferente de la felicidad que colma el corazón, que la sentimos como serenidad, una paz interior y una alegría que no depende de lo que nos pasa sino de lo que somos. Es eso que aún en las dificultades, nos mantiene animados y nos da una confianza esencial que elimina todos los miedos de nuestra vida, al sentirnos sostenidos por “lo Alto”.