La flexibilidad es una decisión. La practico al recordarla en todo momento. Es también una práctica de “Recuerdo de sí”, es un trabajo interior constante mientras mi mente, (ego), no me distraiga. Es necesario, además, que abandone las creencias que me están impidiendo ser yo misma. Hay creencias limitantes, y hay otras que nos empujan hacia adelante. Para ello he de revisar qué pienso de mí misma, de qué me siento capaz.

Yo me siento capaz de encontrar una buena postura corporal, cosa que mi madre nunca consiguió que yo lograra, ni en mi infancia, ni en mi adolescencia. Ahora tengo ochenta y cuatro años, soy una persona de la tercera edad, que decide partir erguida de este mundo, sintiéndose capaz, digna y satisfecha consigo misma. No es cosa fácil de hacer pero pareciera que, intento tras intento, lo podré lograr.

Cuando hablo o escribo evalúo lo que quiero decir y cómo lo diré, y a la vez decido observar todos mis pensamientos. Veo que primero suele  aparecer mucha crítica de los otros, mis interlocutores, y luego el juicio sobre mí misma por hacer esto, y ninguna de estas dos cosas me aporta nada positivo. Mi juicio hacia los otros pareciera que me hace sentir superior, a ellos, en algún sentido.

Pero el ver tanto juicio sobre mi accionar, me hace sentir incómoda y desalineada con la persona que yo quiero ser. Cuando hago esto me siento separada de los otros, separada del amor. Nuestra naturaleza es ser amorosos, amables, bondadosos y compasivos. Actualmente vivimos tiempos de división y la separación se ha convertido en la norma. Hay muchos suicidios en la juventud y es necesario que revirtamos lo que está pasando. ¡De nosotros, depende!

Si nuestro problema es habernos separado del amor la solución será volver a él. He de ser muy flexible al observar los comportamientos humanos, tanto los propios, como los de otros. No podemos compararnos entre  nosotros, somos individuos con una historia, educación y vivencias diferentes. Y es justamente la comparación la que atrae el constante juicio.

La medicina china nos dice que es un muy delicado hilo, esa búsqueda del equilibrio interno. Se nos corta constantemente. Que necesitamos salir de los extremos y encontrar el centro entre el hacer y el no hacer, entre la rigidez y la blandura de que todo da lo mismo. Cuando lo encontramos volvemos al amor. La calidad de vida que haya en este planeta depende de nosotros, los seres humanos que apostamos por la “espiritualidad”. Podremos comprobar, que solo así se siente la alegría profunda de la verdadera libertad.