Ya sabemos que Dios, el Universo, el Todo, son lo mismo, son una única consciencia. Esa consciencia que entre todos formamos es la llamada  evolución humana. Es un suave y paulatino refinamiento de lo que todos somos. En nuestro avance, cada verdad más profunda que vamos descubriendo, vibra a una frecuencia más alta y nuestra vitalidad se vuelve más madura y aparecen los sabores de la dicha, la compasión, el des-apasionamiento, el amor, que se van haciendo así más intensos, produciendo  lo que llamamos “el crecimiento espiritual de la humanidad”.

En realidad este avance lo podemos valorar en cada una de las diferentes áreas de nuestra vida. Acá, en esta entrada, me interesa ver sobre todo la zona de mis relaciones con todos mis contactos, pero en  especial quisiera ver muy bien qué me pasa con mi gente querida. Ya hemos vivido millones de vidas y podemos tener el recuerdo que esta vida no es el principio ni el final, que sólo es un pedacito de tiempo en el medio, y que este es un viaje eterno que incluso continuará luego de que soltemos este cuerpo.

El tomar un cuerpo lo llamamos, “Nacer” y el soltarlo: “Morir” y este ciclo ya lo hicimos tantísimas veces… Cada alma tiene su propio viaje a completar, vida tras vida. Imaginémonos a cada uno de nosotros viajando en un tren. En este viaje hemos coincidido de estar juntos, en este vagón compartiendo asiento, quizás, pero cada uno bajará donde dice su boleto. Así ahora en esta vida alguien es mi padre o mi esposo, mi hijo o un amigo, jefe o empleado. Y aunque yo, particularmente, he sufrido varias pérdidas de mis seres queridos, tengo la nostalgia de poder estar compartiendo con ellos y la esperanza de que nos volveremos a encontrar.

En esta evolución todos quieren ser felices, aprender, sentir que son queridos, amar profundamente… pero al saber que estaremos juntos solo un corto lapso, daremos menos importancia al me dijo, o al porqué no me quiere, y pondremos más interés en ver qué es lo que puedo aprender de esta persona en esta situación en que la vida nos puso juntos. Siempre podremos aprender algo de cada contacto que tengamos. El aprender en todo momento es lo que creo que yo vine a hacer en este proceso evolutivo. “Aprender y enseñar eso que voy aprendiendo”, sería mi misión en esta vida.

Eso de aprender y enseñar lo siento como una delicada misión porque algunas de mis relaciones, uno de mis hijos, para ser más precisa, no quiere que yo siga enseñándole, hasta me lo ha dicho, y yo lo entiendo, ya no es un niño. Y  también a los niños se les enseña de una manera que lo puedan comprender, lo acepten y lo disfruten. Me doy cuenta que quien actualmente está aprendiendo soy yo, y que es bueno que nunca deje de hacerlo mientras siga viviendo, pues así puedo seguir creciendo como persona y ser más buscada y querida por los que me valoran como su maestra, y por quienes simplemente me leen.