Hablemos solo del presente

Mi primera prioridad es compartir mi alegría con un amigo muy querido, entonces decido pasar por su oficina, para ver si está la posibilidad de aunque sea saludarnos, abrazarnos y sentir cómo ambos estamos. Comprendo que los dos vibramos una misma frecuencia. Hay una alegría mutua que no necesitó de palabras ni justificaciones y yo siento que una relación así me gustaría tener con todas las personas.

Pensamientos comienzan a rondar por mi mente: – “Con todas las personas, no me será posible, quizás pueda lograrlo con mis familiares y amigos más cercanos”. – me digo. Son solo instantes en que entra lo mental, la vibración de amor profundo, es lo que prevalece, lo que más siento. Él me cuenta de una excursión en solitario que hizo sacando fotos de pequeñísimas flores que había ido encontrando en la estepa. Lo escucho con total atención  y comienzo a acompañarlo y a visualizar cada uno de los detalles de los que él está hablando. Va a la computadora y me muestra varias de sus fotos. Una, especialmente nos impacta a los dos: es un mandala perfecto, es muy hermosa, y compartimos una misma vibración, un mismo sentir de admiración. ¡Es perfecta! Ese fue el momento en que decidí poner la foto y escribir acá lo que ahora escribo.

Al hablar solo en presente, pretendo poder trasmitir a todos mis amigos, que quizás ni conozco, esta vibración de amor profundo. Ellos se acercan porque les interesan estos temas que podríamos llamar la “Espiritualidad en la vida cotidiana”. Esta flor es una suculenta que conozco con el nombre de “gallinita” porque va con sus pollitos a su alrededor. Sus flores crecen formando una corona blanca y pura a su alrededor, pero no hay flores en el centro. Ese centro se muestra sólido, firme generador y sostenedor de vida. Además, las flores resaltan su perfección y su pureza gracias a que tienen un solo pétalo acuarelado de amarillo suave. No es cualquier pétalo, es uno que corresponde a c/u de los rayos invisibles de esta rueda con un centro que obliga a que a él se dirijan todas las miradas. Y me sigo preguntando: ¿quién la pintó?, ¿quién tuvo la intención de que nosotros, los humanos, respondiéramos así?

Seguramente esa “Inteligencia Máxima” que es el Creador de todo lo que existe, también, al crearnos, nos coloreó con diferentes tonalidades a cada uno, según fueran los rasgos que cada cual tuviera que desarrollar en esta vida. A estos rasgos les llamamos “Misión de vida”, sendero o camino que aún nos falta transitar. Muchas veces me he preguntado: “En definitiva, ¿qué es lo que vine a desarrollar a esta vida?”. Quiero poder expresarlo en palabras. Y hoy, cuando empezaba a escribir esto, al poner: – “Mi primera prioridad hoy es compartir mi alegría con amigos muy queridos”, lo expresé así: “El sentido de mi vida, “Mi Misión” es desarrollar el amor incondicional hacia todos los seres vivientes y en especial, vivenciar e irradiar esa vibración profunda de amor hacia los seres más cercanos, los familiares y amigos que forman mi ambiente”.