Este es un libro que acabo de leer y que me resultó muy interesante. Me lo regaló una de mis hijas para el reciente día de la madre, de hace ya casi un mes. Sí, el tiempo se nos pasa volando cuando hacemos algo que nos entusiasma. Tanto me gustó que a la vez que lo iba leyendo lo iba resumiendo, y también anotando mis vivencias en un diario especial que empecé, siguiendo los consejos de la autora de libro, que es Gabrielle Besrnstein. Le pregunté a mi hija cómo lo eligió y me respondió: – “Leí la contratapa y algo del prólogo y supe que te gustaría, porque habla de todo de lo que siempre hablas vos”.

Todo este trabajo interior que vengo haciendo conmigo misma desde hace tantos años, se ve beneficiado por mis condiciones físicas, y el clima frío, que hacen que disponga de mucho tiempo para dedicarlo a cosas que me gusten hacer. Para hoy la “Subsecretaría de protección  civil” envía un alerta por fuertes vientos y cierra algunos senderos en Llao Llao. Anuncia ráfagas de hasta 80 km./hora, y como por ahora solo hay muy poco viento y una suave llovizna, y siento necesidad de ventilar mis ideas, decido cambiar mi rutina del horario en que salgo a caminar. Esto de cambiar rutinas, es todo un trabajo interior que todavía me cuesta hacer. Acabo recién de volver, y decido copiar abajo lo que escribí en mi diario, causa de mi necesidad de ventilarme.

Tengo de nuevo varias cosas para celebrar, una es que ya terminé de leer y de resumir todo el libro, que me hice las seis meditaciones en el orden que Gaby aconseja, y que hoy acabo de hacer la última, la de los Grandes Rayos Sanadores y que me sentí tan bañada en esa luz que me sanaba no solo a mí  sino a los dos, también a quien había convocado a que se  sentara frente a mí, y sanaba a todo mi ambiente, porque veía que quien se acercara a mí sería bañado en amor. No lo podía creer, quedé muy agradecida e impresionada. Al escribir esto, estoy a punto de largarme a llorar. Tengo que darme más tiempo para digerirlo. Me iré a caminar un rato.

Ahora quisiera contarles más, queridos amigos que me leen, de todo el proceso de aprendizaje que actualmente estoy viviendo. Esto del libro fue un empujón que me dieron desde lo “Alto”, a través de mi hija. Quizás convenga que les enumere todos los juicios viejos y nuevos que registro y recuerdo haber hecho y que es el primer trabajo indicado en el libro. Primero me aparecen varios auto-juicios: 1)  que soy insegura, 2) como no me gusta para mí eso, me muestro, y todos me creen muy segura y decidida. 3) Soy decidida, pues comparo opciones posibles y enseguida opto, aunque muchas veces la Vida me demuestra que me equivoco. 4) En este momento me siento insegura. Me estoy preguntando si todo esto que estoy escribiendo serán juicios… Los anoto pues estimo que al emitir una opinión  sobre el actuar de una persona eso es un juicio. 5) No soy una buena observadora de lo que ocurre en mi ambiente, me enfoco en lo que sea que llamó mi atención, y dejo de ver lo que está al lado.

Acá hablaré de un juicio que mantengo desde hace siete años. Lo creía superado pero con la lectura del libro comprendí que tengo mucho trabajo para hacer allí. Se trata de una persona muy querida que conozco desde que él era un niño, y que muchas veces oficié de madre para él, o como yo pensaba que tenía que ser una madre, – acá lo llamaré “mi vecino” – pues vive muy cerca de donde vivo yo, y puedo verlo cada vez que entra y sale de su casa, al vivir yo en un primer piso y él en planta baja. Él se enojó conmigo por una diferencia con su socio, de la que me culpó a mí, y al ser muy terminante decidió quitarme la existencia a través de no mirarme, no verme, no escucharme, no hablarme. Yo me acerqué varias veces, intentando salvar nuestra relación, explicándole como yo sentía, pero cada vez me encontraba con una columna de mármol, y cuando intenté abrazarlo, fue tan doloroso para mí que no lo puedo olvidar.

Un día que estaba con su señora e hija en el jardín, al verlo sonreír, comprendí que lo que yo más quería era saber que era feliz por lo menos con su familia, a pesar de verlo totalmente prisionero de su ego. Lo que me hizo a mí, lo hacía con todos con los que se enojaba o discutía.  Creí que con el paso del tiempo yo lo había aceptado así cerrado como era y soltado todo juicio. Pero ahora sé que tengo que dejar de culparlo sólo a él, que hay cosas que quizás no hice por no saber, pero que ahora las puedo hacer para ayudarme a “soltar totalmente” y ayudarlo también a él para que pueda sentir con el corazón, lo que es sentirse plenamente feliz. Así que ¡adelante con todo esto! Seguiré haciendo los ejercicios intentando sanar realmente esta relación.