Para ello la clave es estar en vibración de amor, tener pensamientos amorosos, una actitud compasiva, que rechaza sentirse separada de sus congéneres, y está siempre dispuesta a comprender y perdonar los errores ajenos. Todo eso es lo que crea los milagros.

Tendremos que hacer mucho trabajo interno si queremos cambiar nuestras creencias, hábitos y rutinas, así nuestra vida puede llegar a ser una vida muy diferente. Todos juzgamos. El juicio forma parte de nosotros y de nuestra vida porque nos comparamos de continuo con quienes estamos, considerándonos “mejores o peores que” los otros. Juzgar nos parece casi una necesidad.

Somos seres “bio-psico-sociales-espirituales”, y nuestras emociones, creencias, hábitos y rutinas nos enferman tanto, o más, que comer lo que no debemos. Nuestro cuerpo padece las emociones que el alma transita, y no podemos estar sanos mientras tengamos dudas, seamos indecisos, exigentes, controladores, rígidos e inflexibles. Todas estas son conductas que terminan enfermando nuestro cuerpo.

Un grado alto de estrés puede suprimir las defensas naturales del cuerpo pues se producen muchas hormonas que generan un fuerte impacto sobre el sistema inmune que suprime su acción de defensa. Si en cambio, en el cerebro se produce un estímulo que nos cause placer o tristeza,  de inmediato  todas las células del cuerpo se enteran de nuestra emoción.

Integrando el ser para recuperar la armonía. Para ello tiene que existir perfecta correspondencia entre las leyes del cuerpo y las del Alma. Los instrumentos de esta orquesta que forman nuestro ser son: físico, mental, emocional y espiritual. Cuando el individuo pierde su armonía, el cuerpo físico y el Alma se encuentran disociados, y eso produce fugas energéticas como los brazos que se forman en las márgenes de un río.

El estrés nos cansa aún más que un trabajo físico agotador. Tenemos que cuidarnos mucho del estrés y más cuando queremos vivir una vida milagrosa, y poder ser los productores de milagros tanto en nuestra vida como en las de quienes nos rodean. Para eso no enjuiciemos a la gente, no opinemos sobre su conducta, no nos quejemos de todo lo que pasa, disfrutemos de la vida y dejémosla ser. La alegría y la sonrisa, (se notan cuando son verdaderas), influyen a nuestro alrededor, y son las productoras de milagros.

Al llevar un diario de nuestro trabajo con los juicios, nos damos cuenta que en esencia somos personas amorosas y bondadosas, que deseamos estar saludables y poder servir a la gente compasivamente. En muchos casos el juicio ha sido nuestro principal mecanismo de defensa porque nos sentimos inseguros, vulnerables, tenemos miedo de que si bajamos la guardia, y actuamos compasiva y amorosamente, los demás se aprovechen de nosotros. Cuando dejamos entrar al ego con sus miedos, nos separamos de todos, y perdemos toda posibilidad de hacer milagros. “Ego implica inconsciencia. La conciencia y el ego no pueden coexistir”. Dice Etchart Tolle.