Entonces me pregunto: ¿Qué cosas que creo haber ya aprendido son las que no estoy practicando? Si pretendo trabajar conmigo misma lo máximo que pueda, dándole placer a mi Alma, eso significaría ser impecable en el trabajo interior el mayor tiempo posible, sin olvidar nada de lo que descubro que tendría que practicar. Esas cosas es mi Alma quien me las dice.

Es la voz de mi Alma la que me las dicta a veces a través de la voz del cuerpo, y otras veces es tomando conciencia de que emocional y mentalmente no estoy conforme con mi actitud. Algo que me había propuesto ha sido olvidado. Y entonces acá viene un ejemplo vivo, una vivencia de lo que me viene pasando.

Yo me propuse sacarme la costumbre de cruzar las piernas mientras esté sentada escribiendo, para que la sangre circule mejor, pero en este momento me encuentro con que las piernas ya tienen esa manía grabada a fuego y se me han cruzando solas sin ninguna autorización. Sé que los hábitos son muy difíciles de erradicar, sobre todo los corporales.

Pero veamos ahora un hábito en la actitud, esos des-conformismos que tengo conmigo mismo cuando mi gesto o mis maneras no las considero las adecuadas. Y ya nomás me pregunto: ¿adecuadas para quienes? No veo que a mí me preocupe si estoy adecuándome al, “protocolo social” por ejemplo: a las costumbres sociales de cómo y cuándo se agarran los cubiertos en la mesa. Quiero adecuarme a lo que desde mi ser más profundo sé que es sano tanto para mi cuerpo como para mi alma sabiendo que con ello no estoy dañando a ningún ser humano, ni  tampoco a ningún otro ser vivo.

Recién me encontré con las piernas cruzadas y que mi zona dorsal no apretaba el almohadón que ex profeso y como una ayuda me puse para recordar de enderezar la espalda. Siento que esto de la postura me resulta lo más difícil de todo. La maestra que me enseña al respecto, y me deja ejercicios para hacer diariamente me dice que si visualizo la postura que quiero tener, tanto al estar sentada como al caminar o moverme haciendo la práctica de ejercicios le estaré ayudando muchísimo al  cuerpo.

Que al poder verlo con la mente, el cuerpo interpreta más fácilmente lo que le estoy pidiendo y luego lo irá recordando. Que sería muy bueno que “vaya al detalle de ver por ejemplo que los músculos del abdomen se contraen y junto con los dorsales empujan hacia atrás mientras que los músculos del cuello que estaban contraídos llevando mi cabeza hacia atrás, ahora se sueltan y el mentón baja apenas un poquito como si me estuviera apretando la nariz contra un espejo. Así puedo sentir como si un haz de luz que baja desde el cielo me sostuviera toda la postura bien derecha”.

Ahora ya ha pasado la hora propuesta para escribir así que dejo esto y voy a cocinar. Siento que de esto se trata un trabajo interior serio donde uno se va proponiendo nuevas cosas y trata de ir cumpliéndolas lo mejor posible. Muchas veces lo de escribir me atrapa tanto que si pasé escribiendo dos horas es demasiado para mi postura, mis piernas, y mis ojos. Entonces me propongo parar cada hora y moverme un poco y ahora al ver  que solo me quedan quince minutos de escritura ya me propongo entrar unos palos de leña y comer algo.

También ocurren imprevistos que están fuera de lo programado. Unos amigos  vinieron a visitarme, muy contenta charlé con  ellos sobre todo de los damnificados por los incendios, y de la ayuda que cada uno, como puede va prestando. Hasta ahora estoy pudiendo cumplir con lo que me propuse.

A otra amiga que salvó su vida pero se le quemó su casita la vi muy bien ubicada en su manera de mirar la pérdida de tanta cosa material y sentimental, pues también perdió todos los recuerdos atesorados. A la gente que vino a ayudar a los incendiados y que se alojó en “La Casa de Todos” les encargué, que si podían, le ayudaran con la mano de obra a poner un nuevo techo en la casa.