Sin control nuestra mente divaga, se dispersa en tonterías… Según dicen los entendidos, el 74% del tiempo que vivimos nuestra mente está muy desatenta. Necesitamos recuperar todo ese tiempo para estar totalmente vivos, despiertos, llenos de presencia, concentrados, atendiendo las cosas simples, eso que “merece ser conocido” y que el flujo de la vida nos va presentando. Con concentración el ego que busca aplausos no aparece, y allí uno empieza a vivir en un mundo carente de miedos pero lleno de vida.

También el mundo interior empieza a cambiar, uno se torna menos rígido consigo mismo, y menos estricto y crítico con los otros, más comprensivo y compasivo. La atención y la presencia son los catalizadores de comprensiones más profundas… Allí nos abrimos a la intuición, a lo que Sesha  denomina la “no-dualidad”. Allí la percepción de uno mismo y la de los objetos cambia, dejando de ser dos cosas diferentes y uno empieza a sentirse “no diferente”  de lo que en el mundo también existe. “Sentirse parte de”.

La concentración puede darse en cualquier acción, el sujeto existe, pero no hay “yo”. ¿Y cuál es el truco? Situar la atención en lo que está ocurriendo y mantenerla en eso, y en todo lo que a ello se va asociando. Darse cuenta del nivel de fraccionamiento de nuestra percepción y conocimiento, no da para sentir esa alegría estable, (sin causa alguna) que es nuestra propia naturaleza.

En nuestra niñez  nadie se ocupó de enseñarnos a atender profunda y presencialmente. Solo podemos conocer aquello que pudimos atender. El universo personal tiene tal riqueza de variables, que merece ser mirado con interés, merece concentrarse en él, para así conocerlo. La no-dualidad es una percepción liberadora. La atención profunda y sostenida es el eje fundamental de nuestra práctica interior.

¿En qué momento podríamos hacer esa práctica interior y cómo? Dándonos el tiempo para atender esas cosas simples que antes no atendíamos: el momento de bañarnos, de vestirnos, de comer, de cómo hacemos lo que sea que hagamos, etc. Eso será más fácil, por ser algo más firme y estable que una mente saltando de acá para allá…

La práctica meditativa puede consistir en mantener una atención sostenida en el vacío de contenidos mentales, en la ausencia de pensamientos… Esa es una sensación muy especial que sé que me durará muy poco, pero al estar totalmente atenta, soy consciencia en vivo, soy una y lo mismo que el Espacio Infinito. Eso sería lo que Ravi Shankar llama: – “dejar la mente totalmente “hueca y vacía”.