Estas dos virtudes pueden ser desarrolladas, y también ampliadas y contagiadas sin importar los años ni las costumbres que se tengan. Lo que les estoy diciendo es que en  la medida que uno practica “ser una persona de bien”, puede contagiar a otras personas, (amigos, familia o conocidos), por el solo hecho de que te ven tan feliz, tranquilo y en paz, algo que quisieran ellos también vivir.

Lo que pasa es que todos los seres humanos ya venimos con todas las virtudes instaladas en lo profundo de nuestro “Ser”. Y es la fuerza de la Vida la que nos empuja para florecer. Todos queremos compartir con nuestro entorno lo buenas personas que somos… Compartir esa luz interior que tenemos y que nos hace brillar. Recuerdo un viaje que hice a Dinamarca y me asombré del orden en que caminaba la gente por la calle, si bien por el frío todos caminaban rápido, no se chocaban, y si había algún roce, se pedían perdón… Muy diferente a lo que pasa en las ciudades de latino América.

Lo que veo es que la educación desde que somos pequeños, tanto en la casa como en la escuela, es lo más importante para que florezcan nuestras virtudes. Y acá entra el gobierno con su “Ministerio de Educación”, como un factor crucial al formar los maestros. Los niños amarán a esos padres y maestros que muestran ser comprensivos y donde el amor incondicional brilla para todos por igual. Son los que no fomentan la competencia y tampoco premian  al más bueno, ni castigan al que no cumplió con su deber. Los inducen a pensar y a sentir lo que les dice su corazón.

Los humanos necesitamos otra forma de pensar si queremos sobrevivir, sino desapareceremos como pasó con los dinosaurios y tantas otras especies. Ya venimos preparados con todas las virtudes necesarias para poder ser espontáneos e inocentes como son los niños. Las personas somos inducidas de muchas manera a acumular y no nos preguntamos si de verdad esto por lo que nos movemos, nos hará más felices o no. Tenemos que analizar con mucha atención eso que queremos.

 Nuestra cultura se destaca por el grado de soledad en que estamos. Perdimos el sentido de ser seres comunitarios y privilegiamos las ideas del materialismo como camino hacia la felicidad. Se nos generó la idea de que somos una especie superior, diferente y  separada del resto de los seres vivos. La base de nuestra esencia, lo que está en nuestro ADN, es la cooperación, la democracia y todos nuestros altos principios espirituales como la compasión, y el servicio, que ya vienen en nosotros. Allí producimos endorfinas y el que las produzcamos ayuda a nuestra evolución y a la de toda la especie. Cuando la mayor parte de seres humanos expresemos lo que en verdad somos el campo morfogenético que entre todos generamos será un campo honesto y solidario ¡Qué grandiosa es la naturaleza humana si podemos sentir eso que nos integra a la comunidad!