Tener amigos, ¡Qué gran regalo es! Hay gente que dice no tener amigos y eso a mí me cuesta creerlo. Ya en la primera infancia las criaturas humanas buscan acercarse a quien le resulte más afín, por sus gustos o maneras. Uno de mis nietos, cuando iba aún al jardín, había elegido con quien se casaría, y yendo conmigo en el coche, cuando vimos un árbol tan bonito con las hojas rojas, me dijo: “Cuando yo me case con María, vamos a plantar un árbol de esos en nuestra casa”.

Quizás no conservemos nuestros amigos de la infancia pues las circunstancias de vida nos fueron separando, pero los amigos son tan necesarios que vamos haciendo nuevos, y ya siendo adultos podemos tener amigos de muchos, muchos años. En mi caso cuando me vine a vivir al sur, porque me casé con un patagónico, perdí amigos de la universidad, pero hice otros nuevos que aún conservo y eso ocurría hace nada menos que unos cincuenta años.

Entonces ahora me pregunto qué es en realidad un amigo. Un amigo en general es de tu mismo género, pero suelen ser también de géneros diferentes. Pasar un rato con un amigo te alegra tanto que ambos generan endorfinas que se potencian mutuamente, pues la alegría y la buena onda también se contagian tanto como lo hace la mala onda. Por eso tenemos que cuidar mucho el ambiente en el que andamos.

Un amigo es esa persona que está dispuesta a brindarte la ayuda que necesites y en el momento que la necesitas; y sabe que puede contar contigo cuando a él las circunstancias se le hagan difíciles. Es capaz de ponerse en tu lugar, aconsejarte y escuchar atentamente cuando su caso es de ser él el que recibe el consejo. Como la vida es una mezcla de fracasos y de éxitos, de aciertos y desaciertos, los amigos también están para felicitarte y valorarte cuando ese sea el caso. Todo esto no lo podríamos vivir estando preocupados o estresados. Necesitamos mantenernos en paz para disfrutar de los amigos.

El otro día tuvimos una muy linda reunión en mi casa, fue algo inesperado, y el sabor de los momentos pasados aún perdura en mí. Uno de mis amigos me llamó y me dijo que con otro viejo amigo mío querían venir a visitarme. Me sorprendí, y le pregunté: ¿es que está en Bariloche?, – Sí, está con su señora por acá, de vacaciones. Combinamos la hora en que vendrían  y los esperé con un rico té. Pero en vez de tres, llegaron cinco personas con algo dulce para compartir. Volví a sorprenderme, a todos los conocía, y hacía más de tres años que no nos veíamos. Tuvimos una hermosa reunión. Todos éramos viejos meditadores, allí flotaba la alegría. La buena onda que se vivió en esa reunión, por lo menos yo, aún hoy  la sigo sintiendo.