Según dicen algunos, y a mí me gusta creerlo, este proceso de venir, vivir cierto tiempo y partir, lo venimos repitiendo muchas veces, y es por propia elección. Yo me pregunto: ¿Para qué bajamos, y quiénes somos nosotros, los seres humanos, con este maravilloso  potencial que tenemos?

A partir de los cuarenta años me fueron surgiendo tantas preguntas, que me di cuenta que en la vida había mucho más que lo que yo estaba viendo y comenzó mi búsqueda ininterrumpida, hasta que hice el gran descubrimiento de que venir a este planeta, era “la gran oportunidad” para desarrollarnos, para evolucionar, para aprender, para crecer… Que este planeta era “la escuela”, y que “la Vida era la maestra”

Últimamente, estoy tan maravillada de lo que es la Vida, el Universo, Dios, el Cosmos, nosotros, esta existencia, que no encuentro explicación posible sobre cómo funciona este inmenso, eterno, y perfecto organismo del que formamos parte y del que somos células. Sé que todo es vibración, todo es energía, pero hay una Inteligencia, una Sabiduría tal, que supera mi posibilidad de entendimiento.

Como células que somos tendremos una función que cumplir. Y un día me empecé a preguntar: ¿Cuál es mi función,  mi misión, eso que tengo que hacer, y lo que vine a aprender? Hasta que me di cuenta que desde que nacemos la Vida nos guía, a través de eventos, de circunstancias, de sincronías, nos habla  a través de sensaciones, solo tenemos que estar atentos, escucharla, y dejarnos guiar…

Y desde que pude darme cuenta de esto, puedo ver cada etapa de mi vida, con otros ojos, sin quejas, sabiendo que todo lo que me llega es para algo que aún necesito aprender. ¿Cómo hacer  para distinguir entre la voz de la intuición, guía interna, o alma,  y la voz del ego?  Descubrí que la primera muchas veces no responde a la lógica, aparece como un deseo, un anhelo, es persistente y suave. La otra tiene el tono del mandato, de lo que se debe hacer, de lo que corresponde…