Interesante tema para verlo y trabajarlo en uno mismo!!! Todas las cosas tienen extensión y duración. Medimos la extensión según el alto, el largo y el ancho; la duración según el tiempo. Estas cuatro dimensiones son medidas aplicadas por el hombre. Decimos hace largo y corto tiempo. La expresión “ya es tiempo” probablemente tiene su origen en la marea alta o en el reloj de agua.

El punto cero psicológico es el “Tiempo presente”, que se alarga, según nuestra organización emocional hacia adelante y hacia atrás. En cuanto olvidamos que somos eventos espacio-temporales, chocan las ideas y la realidad. La manzana verde, el fruto sabroso y el podrido son tres fenómenos diferentes del acontecimiento espacio-temporal “manzana”. Las demandas de emociones perdurables, (amor eterno, lealtad, etc.) podrían llevar a la desilusión. Perder esa belleza efímera que creímos duradera, nos lleva a la depresión. Las personas que se sienten ‘»anticuadas» es porque han perdido el ritmo del tiempo.

¿Y qué es este ritmo del tiempo? Nuestra organización posee un óptimo en la experiencia de la duración del tiempo. Lo expresamos diciendo: » este es el primer paso, pero como ya está pasando pronto pertenecerá al pasado». Así pues, para nosotros, el punto cero es la velocidad con que el tiempo pasa. El tiempo avanza. Está  el  tiempo que vuela, o se arrastra, o hasta se detiene. Un juicio así contiene su contenido psicológico; nos gustaría que el tiempo que vuela redujera su marcha y que se apresurase cuando se arrastra. El tiempo desaparece, o se detiene, cuando estamos totalmente en lo que vemos, y nos sentimos uno y lo mismo que lo que ocurre.

El poder concentrarse en las cosas que van ocurriendo como eventos espacio-temporales, se experimenta como paciencia, la tensión entre un deseo y su realización como impaciencia. De esta forma entra en la vida y psicología humanas la consciencia del tiempo o el sentido del tiempo. El niño pequeño aún no lo ha desarrollado. El niño de pecho despierta cuando la tensión del hambre ha llegando a ser tan elevada que interrumpe el sueño. El hambre va ayudándonos a la formación de este sentido; el cual supongo que ha ido formándose con la atención puesta en la duración de los eventos, ya que algunas personas predicen y dan la  hora correcta.

Cuanto mayor es el retardo de la satisfacción del deseo, más grande es la impaciencia. La persona impaciente quiere la conjunción inmediata, sin tiempo, de su visión con la realidad. Cuando se espera el tren, la idea “tren” podría deslizarse hacia el fondo de la mente y uno podría entretenerse  observando, leyendo, etc. Pero si el tren permanece como figura en la mente, entonces aparece la impaciencia, y dan ganas de correr para salir al encuentro del tren. Cuando se suprime la tendencia a correr hacia el tren se entra en un estado de inquietud, y de molestia, que podría transformarse en ansiedad, dolor de cabeza o en algún otro síntoma.