¡Qué tema éste, el del derroche!, en mí es otro asunto grabado a fuego en los primeros años cuando mis padres hacían malabarismos  para darnos de comer a sus cinco hijos. La comida se come todo lo que tienes en el plato, ni una migaja se debe tirar, – “pues hay gente que en estos momentos, está muriéndose de hambre”, nos decían.

Cuando ya concurríamos a los colegios el tema se trasladó al cuidado extremo del dinero que podíamos tener en los bolsillos. La carencia vivida por ellos cuando fueron inmigrantes recién llegados a un territorio donde el derroche estaba instalado como dueño y señor en su casa, los marcó de tal forma que esas vivencias pasaron en diferentes grados y formas a sus cinco hijos.

Yo acá quiero ver cómo está en mí esto del derroche energético pues sé muy bien que un extremo cuidado de algo ya te lleva al otro lado. No quisiera estar malgastando mi energía más en una etapa de la vida en que no sobra, sino que escasea. ¡Me siento cansada!, consulto al médico y me explica que el corazón no está alcanzando a irrigar suficientemente bien todos los rincones… Lo noto también en que siento más frío que la generalidad de la gente, y me dicen que la irrigación es insuficiente, y no alcanza a calentar sobre todo las partes más alejadas del corazón, manos, pies y cabeza.

Entiendo y acepto. Lo que es, está ocurriendo y con eso decido vivir lo mejor posible, disfrutando de la vida. Pero en el momento presente ya no quiero seguir siendo tan agarrada a lo que considero que es mío. Y veo cómo eso aparece y vuelve a aparecer y ya no lo quiero más, no me favorece en ningún aspecto. Entonces veamos las cosas que estoy haciendo, pero que no consiguen resolver esto que yo considero un problema a solucionar.

Ofrezco a quienes se acercan, cosas de mi producción: frutas, verduras, y lugar para vivir, en algunos casos permanentemente y en otros por un cierto período. Pero cada persona tiene sus maneras, características y decisiones, que yo, en lo profundo, puedo sentir que no estoy aceptando que no estoy brindándome a ellos. Aquí hay algo de mí misma a lo que sigo agarrada, que no estoy entregando. Algo que está pareciera anquilosado.

Me dirán que eso es “hilar muy fino” pero trabajar con uno mismo en profundidad, te lo exige. Les estoy pidiendo ayuda a los que gustan de leer mis entradas, pero en general no se animan a poner sus comentarios, que  están para que se establezca un diálogo y nos ayudemos mutuamente. Acá interrumpo me siento ya cansada de escribir e iré a preparar mi cena. El cambio de actividad sé que me descansa y me ayuda.

Mientras cenaba pude descubrir que una manera en las que pierdo y malgasto mi energía es al esperar que los otros sean exactos al  anunciar su llegada y casi todos cambian varias veces su posibilidad. Debido a la pobre señal telefónica, sus cambios me llegan a los dos o tres días,  y en esas continuas esperas pierdo mucha energía. Hoy pude vivir algo al respecto. Andrés con tres voluntarios acordaron de encontrarse a las 9 Hs. para enderezar la cochera, y los 4 hombres llegaron a diferentes horarios. Recién a las 11 Hs. comenzaron su trabajo y lo consiguieron hacer. ¡Todos felices! Así parece que somos los argentinos, menos algunos pocos que son como yo.