Sobre todo acá me interesa hablar de esta dualidad que aparece constantemente en mi vida cotidiana. Por ejemplo, ya había que cambiar las flores del florero  pues estaban viejas y me alegra tener flores nuevas en la mesa. Como me está molestando la ciática no estoy subiendo a la quinta ni al jardín de arriba y acá crecen unas bonitas retamas que aparecen a la altura de la baranda de la terraza, pero bien incómodas para cortar.

Llegó mi ayudante trayéndome leña, le pedí que saque la ceniza, luego le pedí que me prenda un fueguito, y hablamos de los trabajos que estaba haciendo y que habría que hacer arriba, pedirle que me corte las retamas, me pareció demasiado… yo podré ingeniarme para cortarlas, – me dije – ya veré cómo hacerlo. Y allí apareció la dualidad: quiero pedirle y no quiero pedirle a la vez… Yo no estaba en condiciones para hacerlo, pero el ego, y mi mente, se negaban a continuar “impotentes”, querían volver a su normalidad… Me costó, pude acercarlas y cortarlas, me costó bastante y mientras lo hacía me observaba y  pensaba: “Hay tanto para ver que en general no vemos…”

Cuento otra vivencia propia para que se entienda mejor. Como estoy mucho tiempo sola les pido a mis amigos y familia que me llamen por TE. Quiero que me llamen, y a la vez no me gusta ser interrumpida en la secuencia de mis actividades del día. Cuando llaman y pasan un rato hablando, ya veo que empiezo a estar molesta pues tengo hambre, o se me puede quemar lo que estoy cocinando, o quería terminar de acomodar todos esos papeles, o… Siempre tengo algo en marcha y de nuevo aparece la dualidad del quiero y no quiero a la vez.

A veces, dependiendo de con quién hablo y de lo que estamos tratando, puedo explicarles y acortar la llamada, pero otras veces no puedo y veo que esto me pasa muy seguido… Probablemente o vos que estas leyéndome también te pase y esto te ayude a verlo.

No quiero ni esto ni lo otro: Ahora se me ocurre hablar sobre la dualidad entre el “hábito del ahorro, de economizar en todo, del no tirar innecesariamente” y del “desperdicio”. Esto es algo que está bien instalado en mí y que viene de mis padres, de mis ancestros y de todos los inmigrantes que pueblan la argentina. Lo veo aparecer una y otra vez y en realidad no quiero ninguno de los extremos de esta dualidad: ni economía máxima, ni desperdicio extremo. Esto intento trabajarlo con mucha atención y consciencia viendo que si algo puede servirme más adelante a mí o a otros, no amerita que se tire, y que si algo ya no me sirve y no encuentro a quien dárselo, he de tirarlo.