En absolutamente todo lo que haga puede intervenir sólo una partecita de todo lo que me constituye, o mi ser completo en todas sus dimensiones y energías… Este darme cuenta lo sentí básico para toda la auto-observación interna y decidí intentar volver una y otra vez a chequear cómo está el cuerpo: ¡Ahora!, ¡Ahora!, ¡Ahora! Porque para mí lo que más me preocupa es mi postura. Aún en este momento que estoy escribiendo, veo que una postura erguida, digna, sin esfuerzos, pero consciente, se me pierde una y otra vez y vuelvo entonces a sentirme, a acomodarme, y enseguida a perderme.

Estoy cocinando, la mesada está a la altura normal de todas las mesadas, y yo soy una persona alta… Me descubro caída hacia adelante, sin ninguna necesidad, todo lo que estoy haciendo puede ser realizado desde otra posición. Abro un poco las piernas, flexiono apenas las rodillas, y me doy cuenta que con el cambio que hago la energía se desplaza, la siento correr, y me aparece una firmeza hacia las piernas, los abdominales y todo el cuerpo que se se endereza. Esa “firmeza” no es solamente corporal, pareciera provenir de mucho más adentro, de otra profundidad. Es ser yo misma, afirmada en lo que yo soy, es comprender cuál es mi misión en esta vida como ser humano, como parte de la humanidad, y como partícula universal. Agradezco este darme cuenta, y este poder sentirlo.

Lástima que esto me dure sólo instantes, cuando aparece cualquier pensamiento, aunque sea relacionado con lo que estoy haciendo, por ejemplo cuando me pregunto si le pondré pimienta o jengibre a la comida, mientras estoy cocinando, ya la atención se me fue y pierdo la postura. Eso tan lindo que sentí me pide una atención constante y lo que me preocupa es perderla continuamente, siendo algo tan importante para nuestro crecimiento como seres humanos.

Muchas veces cuando salgo a caminar después de estar bastante tiempo sentada, enseguida siento que las piernas se quejan notoriamente, y me parece que no podré. Noto la respiración agitada y hasta me dan ganas de claudicar. Pero como soy constante y cumplidora con los propósitos que me hago, entonces opto por cambiar un poco el ritmo, y al ir más despacio, voy más consciente de mi estado y posibilidades en esos momentos y entonces puedo continuar, y siento que cada vez estoy más suelta, confiada, y disfrutando de la caminata. ¿Qué pasó? – me pregunto.

A los músculos y a la mente les cuesta un tiempo adaptarse a cada situación o pedido nuevo, y además está la cantidad de aire que reciben los pulmones, la cantidad de sangre que necesita cada músculo, la circulación sanguínea aumentada por el notorio cambio de temperaturas, entre la interior y la exterior, y por último, han de adaptarse a ese cambio de actitud que tuve al aceptar la situación y a mí misma, así, con las posibilidades de ese momento, estando  presente, sin juicios, sin querer más ni menos, con ¡aceptación total!