(Inspirado en el libro: «De cirujano del cuerpo a cirujano del alma»)

La ciencia actual nos dice que el sistema inmunológico aprende de la misma forma que lo hace el cerebro. Esto ocurre porque el sistema nervioso central y el inmunológico se comunican entre sí y algunos neurólogos hasta dicen que “el sistema inmune es el cerebro del organismo” ya que distingue entre lo que pertenece al cuerpo, y a lo que le resulta extraño, (virus, bacterias, células de cáncer, etc.), trata de combatirlas.

Ya sabemos que nuestras actitudes y emociones influyen en nuestro cuerpo físico y también lo hacen en el sistema inmune pues hay un punto de unión entre los “linfocitos”, o células “T” del inmunológico y las fibras del “Sistema Nervioso Autónomo”, que es el que actúa sin que intervenga nuestra voluntad. Ambos sistemas también se comunican por ciertas hormonas que liberamos al estar sometidos a una gran tensión o nivel de estrés. Es también  por eso que tener muchas emociones negativas nos van enfermando y las positivas nos van curando.

Ya no nos quedan dudas de que existe una íntima relación entre el cuerpo, la mente, y las emociones. Enumerando las emociones negativas puedo nombrar: la ira, el resentimiento, la angustia, la depresión y la culpa. Entre las positivas: la alegría, la esperanza, y toda actitud amorosa y de servicio al prójimo que nos mantenga en una armonía general y en ese estado de plenitud que se siente, pero que a veces, no se sabe a qué se debe. Tenemos que empezar a ver al ser humano como un todo integrado, con una parte espiritual que suele enfermarse y también curarse antes de que lo sintamos en nuestro cuerpo físico.

Podemos ver la enfermedad como un camino a transitar, como una oportunidad que se nos brinda para crecer y evolucionar, para volvernos más sabios y más conscientes de lo que nos pasa y también para sentirnos responsables de nuestro destino y de habernos enfermado y así involucrarnos en nuestra propia curación, sin pretender que todo lo haga el médico o la persona a quien estemos consultando. Si liberamos al síntoma de sus connotaciones negativas, este puede indicarnos cuales son los temas a resolver.

Al poder ver la agresividad de este dolor o síntoma que estoy sintiendo, se me facilita contactar la emoción repetitiva que me está enfermando y al descubrirla empieza mi trabajo sobre ella, y habré de trabajarla desde su opuesto. Y acá entro en algo muy personal, en una de mis vivencias, para que así puedan entender mejor de qué estoy hablando.

Algo que veo que no favorece para nada mis relaciones es insistir para que mi interlocutor comprenda de qué le estoy hablando, o sea estoy queriendo enseñarle algo que no está preparado para comprender. Y esto me pasa con  tres  personas muy simples, muy serviciales y muy queridas para mí, y me veo insistiendo una y otra vez, para ver si de alguna manera me entienden y así los hago sufrir, y no es para nada lo que quiero, hasta que por fin comprendo que la que tiene que hacer cambios soy yo, y aceptar al otro así tal cual es, sin querer facilitarle su vida.