Todos los tenemos, y estos son bienes ganados con nuestros esfuerzos en vidas pasadas, son para compartir, para hacer servicio. Valorémoslos, y ofrezcámonos. ¿Pero yo que podría dar a otros? cuando es a mí a quien le falta de todo.  A todos nos gusta recibir, y hasta la gente más humilde y pobre tiene para dar. Amor tenemos todos, pues estamos hechos de Amor, criados con amor y es tan reconfortante recibir una palmadita en la espada, una mirada cariñosa, o una simple  sonrisa…

Aprendamos del sol, que se brinda a todos por igual, sin hacer distinciones de ningún tipo, solo tiene su luz y su calor para darnos, y con eso nos da vida en cada instante de su existencia. El sol nos enseña a humanos, animales, plantas y a todo lo que crece, lo que es la nostalgia por la luz. Para, brindarnos hemos de ser auténticos, verdaderos, honestos  y sinceros. Tenemos que haber mirado, por lo menos algunas veces hacia adentro, para conocernos, para saber que nos gusta, que nos mueve.

Creemos ser una realidad sustancial independiente de todo lo demás, pero cuando empezamos a ir más profundo, y llegamos  hasta el fondo, comprobamos que la mente, las emociones, el cuerpo físico, todo nos mueve, que somos un proceso en continuo movimiento, un flujo, una corriente que no cesa nunca, y allí comprendemos que no somos un “alguien” ni una “cosa”, que somos una función de la Mente de Dios.

Recordando las vivencias personales, desde criatura, yo al igual que tantos otros niños hacia mis dibujitos, y me gustaba regalarlos. El placer de dar ya estaba instalado en mí. Más adelante comprendí que el dibujo, la creatividad, era uno de los grandes talentos o dones que yo ya traía. Dibujé planos para las casas y los jardines de la gente, y eso resultó ser un trabajo para ganarme la vida y a la vez un juego, un disfrute, una diversión. Supongo que eso se va desarrollando poco a poco en las sucesivas vidas.

El refrán dice: *Que una mano lave la otra*. Una mano es difícil que se lave sola, pero si una mano lava la otra, las dos quedan limpias. Vinimos a este mundo ya con una función o misión para realizar: “cada uno necesita ser lo que debe ser” para eso buscará conocer lo que guarda adentro, y el método es a través del prójimo. A Dios se llega a través de la gente. Y esto es un mandato, algo que no se puede eludir. Una mano sucia debe lavar a la otra que también está sucia. Los egos se purifican frotándose y ayudándose entre sí, mediante el servicio a los demás. Si el camino que uno está transitando no le despierta el amor al prójimo, es un camino que no conduce a ningún lugar.

Las transgresiones se pagan, pues generan consecuencias, que es lo que le hace saber a la persona que se desvió, que ese no es el camino más conveniente. Entonces si mi camino es “Hacer servicio a quienes me rodean”, tengo que abrir bien mis ojos externos e internos, mi mirada hacia afuera, para saber que falta acá y allá, y mi mirada hacia adentro, explorando esa creatividad que me indicará como se puede salvar ese requisito. Establecer prioridades: cuál será el primero, segundo y tercer paso que tengo que dar para poder ir acercándome poco a poco a la meta. Y si también permito que intervenga el corazón y no solo la mente, ambos unidos me darán esa satisfacción por el deber realizado que también todos buscamos.