El culto a la velocidad es la característica de este mundo moderno. Pero no siempre ocurría así, hace mucho tiempo el hombre era un ser diferente. Actualmente todos corremos sin saber hacia dónde vamos. Nuestro cuerpo está preparado para apurarse, (cuando las circunstancias lo ameritan), y también para quedarse extasiado, detenido en un lugar, disfrutando de cada detalle que el entorno le está brindando. Si tenemos cinco sentidos abiertos hacia el exterior, es porque gracias a ellos podemos recibir mucha información, disfrute  y aprendizaje. 

Es inevitable que una vida apresurada, sea una vida superficial. Ya en el hogar, lo más común es que un padre dedique más tiempo a su correo electrónico, que a jugar con sus hijos. Hasta es contagioso el querer que todo suceda más rápido. Eso me fue produciendo el que yo no pudiera conocer a quienes tenía a mi lado, y ni siquiera a mí misma. Recién ahora, que por la edad y los problemas que tengo, estoy obligada a andar más despacio, y a parar lo que sea que esté haciendo, para así poder descansar más seguido. Es entonces cuando puedo empezar a verme y a conocerme mejor.

Hasta hemos olvidado que es posible “soñar despiertos”. Siempre, cuando despierto, lo primero que hago es mirar el reloj, ¿para qué?, para poder programar mi día. ¿Y para que lo tengo que programar?, me pregunto: ¡para que me alcance el tiempo!, respondo… Todo lo que se interponga en mi camino que me impida hacer lo que deseo, y en el momento que quiero hacerlo, ya me molesta, no puedo esperar, pues el programa manda. Deseo la visita de mis amigos, y a veces los siento inoportunos. Intento aprender a ser espontánea, ver lo que va sucediendo y allí responder.

¿Cómo ir más lento, cómo desacelerarnos para poder degustar…? Sentir los sabores y texturas de lo que como es algo delicioso. Lo estoy practicando al masticar mucho cada bocado, hasta sentir que lo he licuado. Tengo la ventaja de que como sola, y al no hablar, me es más fácil no distraerme de lo que me haya propuesto. Veo que en quien busca “la rapidez”, prima la ansiedad, el control, el estrés, y la cantidad sobre la calidad. En quienes incorporaron “la lentitud”, predomina el  ser paciente, sereno, cuidadoso, intuitivo, y la calidad estará siempre primando sobre la cantidad.

Me pregunto: ¿Qué significado le estoy dando a “la lentitud”? No siempre  significa ser lento, sino darme los tiempos necesarios para poder relacionarme con las personas y con las cosas. Quiero poder cumplir con mis compromisos, pero que sea conservando el equilibrio y de una manera relajada. Esto me pide tener una clara conciencia, haber hecho una estadística de los tiempos que necesito para mis descansos, para el aseo personal, los ejercicios y la meditación de primera hora de la mañana, la preparación de mis cuatro comidas, en fin, los tiempos necesarios para mí misma.

Y es fundamental que encuentre un grupo de amigos, con quienes reunirme en lo posible semanalmente, en busca de compartir vivencias, diversiones, enseñanzas, aprendizajes. En síntesis, sabiendo que personas mayores enferman por sentirse muy solos, comprendo que para que ese no sea mi caso, necesito socializar, dar y recibir de mis congéneres. «Ser lento», significa controlar los ritmos de su vida, y decidir cuando ir más rápido y cuando más despacio. Eso  pide  algo que no es fácil para nadie: “un cambio en el estilo de vida”. Yo me propuse poder llegar casi, a prescindir del reloj.