Hemos considerado a la mente como la representante de quienes somos los humanos acá en la tierra. Pero la mente no nos sirve para comprender y vivir la vida. Quién viva con las gafas de la mente puestas no verá nunca la realidad. Preguntémonos: ¿Qué es la mente? Considerando que esta puede ser una de las muchas venidas a este Planeta que podemos estar teniendo, a mí me ayuda llamar “el coche” al cuerpo físico – mental – emocional que usamos en esta encarnación.

La Mente sería el sistema operativo del “coche”.  Y la mente genera a la vez un instrumento, que pertenece al yo físico -mental – emocional, o sea al coche, y ese es el “ego”. Me surge ahora otra pregunta: ¿Es entonces el “ego” quien maneja el coche? En realidad el que tiene que manejar al coche es “El Conductor” es “La conciencia” es lo que siempre hemos sido, somos y seremos, que no nace ni muere, ES. Se la llama de muchas maneras: Espíritu, Alma, Ser, Esencia Divina, Energía, y Amor. El nombre es lo de menos, es lo que no muta ante las muchas circunstancias de la vida. Es tu Ser, eres Tú. Los orientales le llaman “el Observador”, el que siempre está allí, instante tras instante, impasible, siempre presente.

Al ego lo crea la mente para darnos un servicio. Para que se active cuando el conductor no está, está dormido, y no puede conducir. Es un piloto automático como el de los aviones, que cuando el avión alcanzó la altitud de crucero, se activa y los comandantes pueden relajarse. Entonces no tenemos porqué querer eliminar a nuestro ego, apreciemos sus servicios, y cuando queramos que el ego se desactive, “tomamos nosotros el mando consciente de nuestra vida, y conducimos el coche”. También el ego puede dejar de lado su automatismo y contribuir con nuestro trabajo  espiritual repitiéndonos cada tanto: “recuerda que no eres el coche”, u otra consigna que le hayamos dado.

El coche tiene fecha de caducidad, experimentará la muerte, pero el conductor es infinito y eterno, el conductor nunca muere. Para él, lo que la humanidad llama muerte, es una puerta que se abre hacia otra habitación de la única vida que existe, compartida por todas las especies existentes en este planeta. Cuando el coche ha cumplido con todas sus funciones, tenemos la seguridad que terminará enterrado o en el crematorio, pero “lo que en esencia somos, eso no muere”.

Así como en esta vida puedes haber tenido varios coches diferentes, y tú, el conductor, sigues siendo el mismo, así ocurre con las diferentes encarnaciones, cambian los coches, pero no el conductor. Si el conductor es consciente de todo esto, él lleva el mando del coche, él conduce. En el proceso de la evolución de la consciencia de la humanidad, todavía muchos seres humanos están tan identificados con su coche, que olvidan que ellos son los conductores, están dormidos, creen ser el coche.