Podría decir que tengo dos vidas, la de invierno y la de verano, o la de Bariloche y la del Bolsón, o la del campo y la de la ciudad. Esto es algo que está ocurriendo en mi vida actual pero que ya viene ocurriendo, digamos desde hace unos 20 años, desde que ya nuestros hijos se hicieron grandes y yo empecé a pasar mitad de la semana en Bariloche, y la otra mitad, con mi marido, en la chacra que tenemos en el Bolsón. Mi marido ya partió, pero yo sigo contando en el campo con la ayuda de Andrés. Esa es otra de las cosas que no terminaré nunca de agradecer. Él para mí, es como un hijo, y me cuida a mí como cuidaría a su madre.

Mi cambio de vida, comenzó notoriamente a producirse a los 40 años cuando yo “ya era una mujer hecha y derecha”, profesional, madre de cuatro hijos, y escuchando un anuncio radial sobre Meditación Trascendental, me di cuenta de que estaba estresada y que necesitaba hacer ese curso. No bien lo hice, como suelo decir, mis anteojeras comenzaron a abrirse, mi visión de la vida a expandirse, y mis guías dijeron, ¡Por Fin! Y una cosa trajo otra y otra, y mi vida sigue cambiando todos los días, y quisiera seguir aprendiendo hasta el mismo día de mi muerte.

Ahora ya con mis 84 años cada vez mejor vividos, me doy cuenta, que si bien la salud física esta cada vez más deteriorada, algo se ha ido soltando y me animo a experimentar con todo lo que la vida me va presentando. A mi cuerpo lo atiendo cada mañana y cada vez que me avisa que necesita más atención. Todos los días a partir de las 8 hs, en que recién empieza a aclarar, en invierno, hago movimientos de yoga o como el cuerpo me lo pida, durante una media hora dejándome guiar por mi Alma que me habla a través de mi cuerpo. Luego hago la práctica respiratoria y la meditación, todo lo cual recarga mis pilas con la energía que iré gastando más adelante, recién entonces me doy el permiso de desayunar, y !cuánto que lo disfruto!,

Estoy decidida a hacer y tener menos cosas, solo las que  necesite y que use, para poder dedicarme a lo que mi intuición me diga que es prioritario, en esos momentos. Así hicimos “La casa de todos”, una bio-construcción realizada en barro y paja, con estructura de madera, con los materiales que proveía el lugar. Lo decidí siguiendo esa guía intuitiva que no responde a la lógica. Hubo mucho trabajo, muchos problemas, demoramos casi tres años, son cerca de 300 m2 cubiertos, sin tener muy claro cuál sería su destino, pero sí sentía, que quería y tenía que hacerlo.

Al final supe que era para que muchas personas pudieran disfrutar de esa calma, tranquilidad, silencio y energía tan especial que el lugar brinda. Y empezamos a hacer allí nuestros “satsang” (reuniones grupales), semanales o quincenales para compartir la verdad y sostener la práctica y la energía). Y empezaron otros interesados a hacer cursos allí, sin que hubiera yo realizado el menor movimiento para difundir el lugar. Y mi asombro fue creciendo más y más.

¿Cómo es que ocurren así las cosas? No bien me movilicé con la construcción,  apareció la sensación de aventura, de desafío, y el entusiasmo y la energía aumentaron. Todos los días siguen siendo  diferentes, no hay aburrimiento posible, además todo cambia tan rápido que uno nunca sabe con qué se va a encontrar. Vivir peligrosamente, aceptando los desafíos de la Vida, es una buena manera de vivir el momento presente. No me queda dudas de que yo me cuido, pero también de que a mí me cuidan desde el Espacio Infinito. Alguien alguna vez me  dijo: – “el que te cuiden así, es porque algo tienes aún para dar a los demás”.