¡Gracias Vida!, ahora me conozco un poco mejor, ahora ya tengo la certeza, que el “apuro” y la “impotencia” me generan tal estrés, que me des-centro, pierdo  el foco  y me desconozco totalmente. ¿Me desconozco y reconozco como soy en realidad?

Ayer había sido invitada por alguien a quien aprecio mucho, para hacer una excursión de unas tres horas por la tarde con un grupo de mujeres mayores de 45 años. Enseguida sentí que eso no era para mí, que yo casi les duplico la edad, que tendría que venirme de la chacra corriendo para poder salir a horario, y además estaba anunciado mal clima, con lluvia, viento y frio. Pero también intuía que comenzar con las salidas era para mi amiga importante, en la forma en que me aseguraba: ¡Vos podés, Diana! y si acá está muy feo, cambiamos el destino, nos vamos para la estepa.

No estaba para nada convencida de participar,  y así viajé al Bolsón, y así ayer preparé todas las cosas para volver a Bariloche como para llegar a la excursión, pero si decidía no ir, sabía que estaría más confortable y contenta en mi casa… Llegué con lo justo como para bajar todo lo que traía, almorzar lo que ya tenía preparado, alistar la mochila, avisar que ya llegué, y por supuesto todo esto ya me significaba una situación de tiempo escaso. Y ¿por qué partí?, aún no lo sé, creo que para convencerme de  que realmente “!Todavía puedo!”

Al saber que me estaban esperando, a mi impaciencia, se sumó el no poder contestar los llamados de wapp que me hacían, todavía me asusta tanta tecnología, y entre el apuro y el estrés que siguió aumentando, decidí ya no intentar  responder, mejor procurar llegar a tiempo, y si se han ido me vuelvo feliz a casa…

Me estaban esperando, no las veía en el estacionamiento, me sentí enojada, y ya ni me entendí a mí misma. Subí al coche que me esperaba, y decidí relajarme al pensar: “por suerte, no sigo manejando yo”. Y así partimos, hacia un destino cercano donde se suponía que tendríamos menos viento. El camino era bien escarpado, y mientras yo pensaba: “menos mal que toda esta parte la subimos en coche y que no manejo yo”. Al bajar del auto comprobamos que el viento y el frío  continuaban también allí. Por suerte todavía no llovía.

Un bosque magnífico nos esperaba con senderos bien abiertos, anchos, donde  podíamos caminar cómodas de a dos o tres, y hasta ir conversando, pero el viento, el frío y la constante subida, si bien no muy empinada, a mí me silenciaron. Mis piernas y mi corazón empezaron a protestar, y tuve que parar varias veces. Todas esperaban, seguían conversando pero yo sabía que así no podríamos seguir pues demorábamos mucho, y habría que volver todo lo andado. Así que en ese momento avisé, “hasta acá llego yo”. La organizadora y guía decidió quedarse conmigo, mientras las otras señoras seguirían hasta la meta, y volverían lo antes posible para unirse a nosotras, que estaríamos regresando despacio y relajadas.

Tuvimos un rato para descansar y conversar y ella compartió que desde hacía algún tiempo me sentía como enojada, quizás desde hacía un par de meses. Yo me sorprendí. -“Para nada yo estoy enojada ni con vos ni con nadie…”- le contesté. -“No conmigo” -me dijo-  “siento tu enojo y al no comprenderlo eso me aleja… “Me recordé y visualicé llegando, y me vi: ¡sí, realmente enojada, descontrolada, no pudiendo ni saludar, y allí, recién allí, me di cuenta que mantengo un enojo por mi “impotencia”, mi “no poder”, yo que me sentía “poderosa”, ¡si, con poder para gobernar mi vida!, decidir cómo quería vivir y así poder hacerlo;  ahora puedo por fin, ver como mi cuerpo, al resistirse y protestar, intentaba avisarme de todas las maneras posibles que era ¡hasta aquí!, que más no, que lo escuchara por favor, que no me pusiera metas, que en ese sentido el que decidía hasta cuando era él… Y me dije ¡Gracias!, ¡Gracias! a mi cuerpo, a mi amiga, a la Vida, a toda esa Conciencia Universal que organiza estas situaciones para que los seres sintientes, sigamos evolucionando…

Por suerte era todo descenso, lo hicimos relajadas, una extraña alegría me invadía. Caminamos en total unas dos horas y al poco rato de ubicarme en el coche, llegó el resto del grupo. En ese momento empezaba a llover…