(Con extractos de “El libro Tibetano de la Vida y de la Muerte”)

Nuestra motivación, buena o mala, es la que determina cuál será el fruto de nuestros actos. Toda la dicha que hay en este mundo, proviene de desear que los demás sean felices, y todo el sufrimiento resulta por desear únicamente: – “Yo quiero ser feliz”. Y como la ley del Karma es inevitable e infalible, cada vez que perjudicamos a otros, nos perjudicamos a nosotros mismos, y cada vez que les proporcionamos felicidad, nos proporcionamos a nosotros mismos  felicidad futura.

El Dalai Lama nos dice: – “Si intentas dominar tus motivos egoístas, enojos e iras, y cultivas más amabilidad y compasión hacia los demás, te beneficiarás más que por otros caminos. Podemos ser “egoístas sabios” si pensamos en los demás y los ayudamos tanto como podamos, pues practicando de esta manera, el resultado es que saldremos beneficiados. El “egoísta necio”, solo piensa en sí mismo, y de este modo obtiene un resultado negativo. Al contemplar mi propia vida puedo ver las consecuencias de algunos de mis actos. Si perjudiqué o herí a alguien, eso me deja un recuerdo amargo, con sombras de auto-desprecio. Mis hábitos y temores también son consecuencia de actos, palabras o pensamientos del pasado. Cada vez que actúo negativamente, sufro, y cuando mi acción es positiva, siento felicidad.

La creencia en la reencarnación nos demuestra que en el universo existe cierta justicia, o bondad última, que todo tiende a una evolución sana y que todos, desde lo más profundo de nuestro ser la tratamos de descubrir y liberar. Al actuar de un modo positivo nos movemos hacia ella, y al actuar negativamente, la alejamos y la inhibimos. Al no poder expresarla en nuestra vida y actos, nos sentimos desdichados y frustrados. No tenemos necesidad de templos ni de filosofías complicadas. La mente en unión al corazón es nuestro templo, y la filosofía es la bondad.

El futuro nuestro, de la humanidad y hasta el del planeta, está en nuestras manos, y en las manos de nuestro corazón. Dado que toda acción negativa puede redimirse, no tenemos que perder las esperanzas. Si la utilizamos con sabiduría, nuestra condición actual, puede servirnos de inspiración para liberarnos de las cadenas del sufrimiento. No hay ninguna situación por desesperada y terrible que nos parezca, como una enfermedad mortal, que no pueda ser utilizada para evolucionar, y no hay ningún crimen ni crueldad que el arrepentimiento sincero y la auténtica práctica espiritual, no puedan purificar.

Cuando ya tenemos la certeza, de que todo lo que nos ocurre es producto de nuestras acciones pasadas, entonces no lo consideraremos, ni un castigo, ni un fracaso, ni nos culparemos por eso. Los tibetanos dicen que el dolor que sufrimos, es “una escoba que barre nuestro karma negativo” y hasta se sienten agradecidos pues ese karma llega a su fin. La “buena suerte”, un fruto del buen karma, puede acabarse pronto cuando no la utilizamos bien. Para ellos, el karma, tiene un significado muy vívido y práctico en su vida cotidiana, ésta es la base de la ética budista. Lo sienten como un proceso natural y justo y además los responsabiliza de todos sus actos.