Creo que lo primero que me dirías es que vos no eliges tener miedo, pero sueles tenerlo. Sí, te entiendo. El miedo es una “reacción emocional de supervivencia”. Hay personas temerosas que se asustan por todo, mientras que otras solo reaccionan con temor, ante algo totalmente imprevisto. Por ejemplo: a algunos una tormenta con rayos y truenos los asusta, para otros eso es un verdadero espectáculo natural que observan asombrados al ser tan inusual. ¿Y eso de qué dependerá?

En la zona donde vivo, las tormentas normalmente no ocurren, por lo que tampoco las esperas, pero quienes están atentos la ven prepararse, la intuyen y entonces ya la esperan. Y al esperarla no los asusta ya pueden disfrutarla como un verdadero espectáculo. Justamente de todo esto me di cuenta recientemente cuando un amigo me dijo, al mirar por la ventana hacia afuera, – “Va a cambiar el clima, puede haber tormenta”, yo le pregunté: ¿cómo lo sabes?; – “Porque de repente el cielo se oscureció”. Y así fue, pudimos disfrutar de un lindo espectáculo, e incluso, tomamos algunas fotos.

Para conocer porqué sentimos lo que sentimos, todos necesitamos observarnos y reflexionar sobre nuestra propia vida: ¿Cuál es la causa de este decaimiento, o de esta ansiedad, de este miedo o de esta alegría? El espíritu de auto-indagación, que conduce a la meditación, es absolutamente esencial en esta búsqueda de autoconocimiento. A menos que nos demos cuenta de quiénes somos, y cuál es la naturaleza de la conciencia, a través de la propia introspección, saber cómo vienen las emociones que sentimos será una utopía, algo inalcanzable.

Necesitamos interesarnos por un conocimiento más general y profundo, respecto a nuestra llegada a este mundo y preguntarnos: ¿Cuál es el propósito de mi vida? ¿Será comer, trabajar, dormir y pasarla bien, o bajé a este mundo para algo más? Hemos de saber que todo es energía, que Dios es la energía más pura, yo diría de vibración nula, inamovible, que está en todo lo que existe y que seguirá actuando por siempre jamás. Nosotros, como seres humanos, hechos a su semejanza, tampoco podemos estar en este mundo, sin actuar.

La calidad de nuestra acción es muy importante. Puede ser para contribuir con la existencia, con la obra de lo Alto, con la Madre Tierra, con la Naturaleza, o con un hermano necesitado, a quien uno pueda aliviar de su carencia, de su dolor. Recién yo había suspendido esta acción de escribir todo lo que vengo escribiendo acá, para merendar, hacer mi caminata rutinaria de media hora, (que siempre hago cuando el clima me permite salir), y como había un cielo despejado, un cálido sol, y mi cuerpo que me pedía más movimiento y menos quietud, pude accionar.

Cuando eres un “hacedor”, donde tu acción es sólo por la acción, por el gusto que te produce el hacer cosas de diferentes tipos, que es mi caso, y cuando eres un “dador”, que estás aquí solo para servir, para dar, entonces la acción no te atará. Pero cuando sólo interesa agarrar para uno, es el ego, guiado por su miedo, el que manda, que se cree superior al “Ser Profundo”, y la acción resulta ser una acción febril, una obligación, entonces dejamos de ser quienes en verdad somos, hemos perdido la libertad.

Necesitamos recordar, en todo momento, que hay un “Poder Superior” a nuestro alrededor que nos está protegiendo. Que nos guía, nos muestra el camino a través de nuestras intuiciones, nos hace sentir confianza y alegría de ser así como somos. Eso venía sintiendo en mi reciente caminata, y la alegría se manifestaba con una permanente sonrisa, aún cuando también aparecían suspiros de alivio cada vez que me sentaba, en tronquitos ubicados estratégicamente, para que yo pudiera descansar. Esto sería “autoevaluación” mientras uno camina.