(Basado en lo aprendido en Humano Puente)

Imaginemos que como vida vibratoria que somos, venimos bajando hacia el plano terrestre. Ya pasamos el plano cuatro, el de las “almas”, y llegamos al plano tres, el “mental” que se verá absolutamente condicionado por los datos que traigamos del plano cuatro, por eso nuestras memorias ancestrales son todas distintas. Mi manera de ver la vida, de relacionarme y de resolver las situaciones que se me presenten nunca será la misma que la de otro ser. El plano cuatro, condiciona al plano tres, éste condiciona al plano dos, el “emocional”, y éste, al plano más denso el “biológico” o de la “realidad”.

Ahora sabemos que todo lo que influye en el plano biológico, es diferente para cada ser, entonces ya podemos armar el mapa biológico que llamamos “cuerpo”, y sucede la “concepción”. Una especialista en Psicoanálisis de la infancia dice: – “Lo que se calla en la primera generación se manifestará en la segunda”. No habla solo de secretos, sino de “todo lo no expresado”: dolores, angustias, miedos, frustraciones. Todo eso hace el mapa de la descendencia.

El vientre de mamá es la primera y más importante escuela de la Tierra. Allí cada “célula” del nuevo ser comienza a aprender cómo se vive en este plano y bajo ningún concepto se le ocurriría modificar o trasgredir algo de lo aprendido. Aprende la cantidad de agua, alimento y oxígeno disponible y también, el tipo de geografía, de clima, y de espacio disponible del lugar donde vive mamá, si es pequeño o amplio, si es ruidoso, o tóxico, si se discute, si hay violencia, miedo, impotencia, problemas económicos, etc. y hasta todo lo que indirectamente le sucede a mamá, aunque conscientemente ella no lo sabe.

El biólogo celular Bruce Lipton, en “La Biología de la Creencia”, concluye diciendo: Las células se programan para vivir en el ambiente en que se desarrollaron, (la interpretación que se da al trabajo de Bruce Lipton difiere entre quienes lo estudiaron). Otros investigadores nos demuestran que los “no-natos” perciben los actos, pensamientos, y sentimientos de su madre. Desde el momento de la concepción, las condiciones del útero moldean el cerebro y establecen las bases del temperamento emocional y la capacidad del pensamiento lógico del niño. También la madre puede trasmitir a su hijo esos  hechos ocurridos, varios años antes de que suceda la gestación, y que para ella  significan grandes pérdidas, como ser duelos o frustraciones, y que todavía está transitando con dolor.

Luego de que un niño nace no tiene independencia de identidad, el niño sigue siendo la madre, ambos conforman un solo ser, una unidad sellada. Por meses y hasta varios años sigue unido energéticamente a  ella, primero para que lo amamante, para sentir su amor y su contacto, para que lo proteja cuando siente miedo. Siempre seguimos influenciados con la conexión con mamá. Según lo enseñado en Humano-Puente, “mientras están en el vientre materno, las células se van desarrollando, y van creando el ambiente en el que después tendrán que sobrevivir, que además es el ambiente que necesitan para llevar adelante una distorsión, que es el motivo por el que encarnaron”.