El objetivo del hombre en la tierra es la Santidad, y el de la Santidad, es el Servicio Divino, el hombre como instrumento material de la Conciencia Espiritual, y así Dios tiene la experiencia en ese nivel. Tengamos claro que el Universo es un gradiente de Conciencia y Esencia, que termina condensándose en el hombre: Lo Divino dentro de lo Sagrado, dentro de un Espíritu, de un Alma, una mente y un organismo físico. Siendo cada envoltura, diferentes niveles de una estructura, que  tiene por objeto llevar la Conciencia de Dios hasta el límite último de lo creado.

El “Mundo del Alma”: marca el ingreso de la Conciencia Divina, al nivel propiamente humano, donde se pasa de la dimensión del Espíritu a la del Alma. Aquí se da la primera gran inversión, porque se pierde el contacto con el mundo Real, donde el Espíritu vive, y se ingresa al universo humano, gobernado por 24 órdenes de leyes, y que es donde empieza la influencia del polo involutivo, que lo que toca, lo da vuelta, lo falsea y lo distorsiona; y ese es nuestro gran problema. Entonces la Conciencia empieza a enfocar hacia afuera y el exterior se vive como real, y lo espiritual como irreal.

Lo más duro de todo esto es que a partir de que el polo involutivo entra a funcionar, desconecta la Conciencia del Alma, y la lleva a vivir hacia afuera una vida ilusoria con apariencia de realidad. Pero, lo que en el fondo todos queremos es recobrar la Unidad perdida, recobrar el contacto con el Espíritu. Su luz nos es esencial, por eso a veces decimos: “La luz de la Esencia es la que nos permite ver, porque está conectada con la Conciencia que es la que conoce”. La mente vendría a ser: “Conciencia hacia afuera”, o conciencia de segundo grado. Esa es nuestra pantalla de proyección, una conciencia enfocada no en uno mismo, en nuestra identidad real, sino en las imágenes mentales que nos presentamos.

Fuimos creados a imagen de Dios: Esto lo hemos escuchado tantas veces, pero, ¿eso qué significa? Estamos siendo imaginados, proyectados en la Mente de Dios. La imaginación de esa Mente, no es como la nuestra, (una sugestión psicológica), la «Mente de Dios» corporiza lo que piensa como realidad. Pero lo importante aquí es que el Alma del ser humano es una parte de la Mente de Dios, de modo que lo que proyecte desde su Alma, producirá realidad. “Y como el ser humano es una función de Dios en el mundo. Seríamos las terminaciones nerviosas de la Mente Divina en la tierra”.

Como seres humanos tuvimos fuerza y la perdimos, y eso nos impulsa a recuperar esa fuerza que tuvimos. Quedó un recuerdo en la mente, y se lo intentará volver a tener, desde allí, como una proyección mental, como una imagen, como una idea y el hombre tiene que descubrir ese atributo para saber quién es, cuál es su función en la tierra, y qué es lo que viene a hacer en esta vida. Por eso se ha dicho: “quien conoce a su sí mismo, conoce a su Espíritu, conoce a Dios en su interior”. Pero viéndolo del lado de la Divinidad, cuando la Conciencia va superando la identificación y contacta al Espíritu, Dios se encuentra a Sí Mismo, en el hombre, y se da la experiencia de la realización completa de lo espiritual a través de lo material.