A todos nosotros, en el diario vivir, se nos presentan: inquietudes y dudas, frustraciones y amarguras, anhelos y esperanzas… Lo importante de todo este drama, diferente para cada uno, es que lo vivimos a través de nuestra mente consciente, siempre y cuando, estemos interesados en comprender lo que nos está pasando. A veces, lo que determina nuestra actitud, es alguno de los tantos hábitos adquiridos. Me refiero a esas maneras de ser que se nos perpetúan. Unos culpan y se quejan, todo el tiempo, sólo ven el lado negro; otros, en cambio, sonríen siempre, levantando los hombros, sin interesarse ni por ellos, ni por los otros.

En nuestro querido planeta reina mucha confusión, miseria, guerras y desdichas. Tengo la esperanza, que si todos nos lo proponemos, conseguiremos ese tan necesitado cambio de rumbo. Ya Krishnamurti dijo: “Vivir sin codicia en un mundo de codicia, requiere un profundo entendimiento”. Yo pretendo ganar mis recursos con rectitud, sin esa avidez de querer siempre algo más, y deseando poder ver más claro. Comprendo que podemos ayudarnos los unos a los otros, mientras nos sintamos libres y en paz, sabiendo que esta “Vida” incluye lo visible y lo invisible, la alegría y el dolor y más y más…  

Podríamos decir que la vida nos empuja y nos estamos dejando llevar por ella, sin analizar, porque eso nos resulta más fácil, quizás sea por indolencia. Sería bueno mirar el cuadro, de lo que es actualmente la sociedad humana, en una vista ampliada, para luego intentar comprender, entre todos, lo que nos está pasando. Buscamos el logro de cosas y sensaciones, y entramos en competencia, en lucha, para conseguir todo lo que se nos ocurra. La palabra “lucha”, es una de las más usadas, (y… «acá estamos en la lucha»); y el “logro”, define el móvil que genera todas nuestras relaciones.

El logro, la oposición y la lucha, necesariamente hacen surgir la astucia, la desconfianza, y el engaño. Estos son factores psicológicos que corrompen la acción humana en todos los niveles de nuestras relaciones: individual, social y nacional, casi podría decir que eso es lo que nos pasa a nivel mundial. Los continuos rozamientos, conflictos y problemas van generando una tensión nerviosa que termina enfermándonos física y espiritualmente. Este es un mal que se ha tornado contagioso y que lo estamos generando nosotros mismos. Parece que nos hemos metido en «un callejón sin salida».

Nuestro sufrimiento es proporcional al nivel de nuestra consciencia. En esto podemos ver la armonía y suprema sabiduría que determina lo que es la vida. Nuestra mente consciente es poderosa: puede concentrarse, (al enhebrar una aguja), y puede  expandirse, (al mirar la puesta de sol). Si me enfoco en algo, mi mente se agudiza y se torna creativa, y cuando se expande, me trae paz y alegría. También nuestra mente consciente es como un espejo, pues refleja todo lo que se pone frente a ella. Aparecen ciertas imágenes pero todas se terminan alejando, saber esto nos traerá libertad.

Todo lo que percibimos y aprendemos es a través de la mente; incluso el conocimiento. La mente puede ser nuestro mayor enemigo o nuestro mejor amigo. Cuando se torna enemiga, nos ata a las impresiones y experiencias pasadas, al no permitirnos ver las cosas con ojos nuevos y frescos. Eso nos vuelve críticos, rígidos y nos sentimos infelices. Si la mente es nuestra amiga, nos trae felicidad, y liberación. El secreto para poder manejar la mente es dejarla ser, no luchar contra ella. Necesitamos aferrarnos a un Poder Superior, a la que yo llamo el Alma, y dejarla que ella sea nuestra guía.