Placer y felicidad son dos sensaciones muy diferentes, y no es que una sea buena y la otra mala, en general necesitamos y buscamos las dos cosas pero confundiéndolas entre sí. El placer es una sensación de nuestros cinco sentidos, y la felicidad se siente en lo profundo de nuestro “Ser”, se siente con el “Alma”.

Al placer lo buscamos casi constantemente debido al sistema de vida que tenemos, por tantas propagandas y noticias que de continuo nos acosan. Nuestra única salida para esta situación, aparte de no escuchar radio ni TV, es hacer la práctica de retraer los sentidos, sacarlos de afuera y llevarlos al interior, a sentir el detalle de cada sensación y cada emoción. Por ej. cuando camino siento el placer de sentir  la suave brisa refrescante sobre mi piel.

Muchas personas cuando están realizando su hobby predilecto dicen: “Qué feliz me siento”, pero eso es sólo un gran placer. Yo misma lo he dicho así cuando en contacto con la naturaleza he estado pintando. Hasta que una vez, subiendo una montaña, al llegar agitada y bien cansada a la cumbre sentí por primera vez algo que no conocía: “Lo que sentía no cabía en mí, porque me rebalsaba por todos los poros. Me sentía conectada con el Infinito, con lo Grandioso, con Dios, y a la vez una sensación de llanto en el corazón”.

Entonces ahora sabiendo lo que ambas sensaciones son, podemos elegir libremente qué deseamos experimentar. Quizás pueda ayudar si cuento alguna de mis vivencias en relación a todo esto. Por ejemplo al estar cocinando y eligiendo ingredientes y condimentos, en realidad me estoy preparando a sentir el placer de comer lo que más me gusta. Cuando busco algo para leer, o me dispongo a escribir, me preparo a recibir el placer que esas actividades me provocan. Cuando salgo a caminar descalza sobre el césped mojado por el rocío o la lluvia nocturna, me preparo a sentir el placer de la activación energética de todo mi cuerpo.

Siempre estoy dispuesta a recibir felicidad, pero eso no se prepara, es algo que ocurre cuando la situación lo amerita. Al meditar cada mañana estaría preparando mi entrada a un silencio tan profundo que podría resultar ser el portal de entrada a la felicidad. Así me ocurrió hace relativamente poco tiempo con la meditación de “Los Rayos Sanadores” y aconteció todo como tenía que ser, y la más sorprendida fui yo misma. La sigo haciendo cada mañana con las variaciones del momento en que esté, y también los resultados de cada día son diferentes, distintos grados de felicidad, (nada, poca o mucha.)